3/01/19

EL PASO DEL AZOTAMIENTO DE GREGORIO FERNÁNDEZ








        Con motivo del cuarto centenario de los primer dato documental del Cristo Atado a la Columna de Gregorio Fernández, propiedad de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid, retomamos el hilo de anteriores entradas sobre recreación de los pasos procesionales de la ciudad del Pisuerga. Así mismo reiteramos nuestro agradecimiento a Francisco Javier Juárez Domínguez por su ayuda y sabio consejo.



1. El encargo del paso del Azotamiento de la Vera Cruz

       En las primeras décadas del siglo XVII la Cofradía de laVera Cruz de Valladolid inicia un proceso de renovación de los antiguos pasos de “papelón”1. Según la descripción del viajero portugués Pinheiro da Veiga, presente en Valladolid el Jueves “de la Cena” de 16052, la cofradía sacaba en procesión los pasos de la Cena, la Oración en el Huerto (que incluía el desorejamiento de Malco), la Santa Verónica (imaginamos que se trataba de una escena de Jesús camino del Calvario con la cruz al hombro), el paso de “cómo fue crucificado” (suponemos que el momento previo a la Elevación de Cristo en la Cruz), la lanzada de Longinos, el Descendimiento y Cristo en brazos de la Virgen. Entre estos pasos citados no aparece el Azotamiento, por lo cual éste no vino a sustituir a uno anterior, sino que añadía una nueva escena hasta entonces inédita en la cofradía, lo cual nos hace suponer que durante un periodo de tiempo convivieron los pasos de papelón con los nuevos de madera, hasta desaparecer definitivamente los primeros. El único paso de “papelón” conservado es el de la Entrada en Jerusalén , propiedad de la Vera Cruz, posiblemente debido a que era sacado en procesión el Domingo de Ramos y no participaba en la procesión penitencial del Jueves Santo.

      El primer paso procesional realizado íntegramente en madera fue la Elevación de la Cruz, encargado en 1604 por la Cofradía de la Pasión al imaginero Francisco de Rincón, en cuyo taller por aquellos años trabajaba Gregorio Fernández. Tras el fallecimiento de Rincón en 1608, Fernández toma el testigo realizando diferentes pasos: en 1612 talla las primeras figuras del conocido como “Paso grande de los Pasamaneros” (hoy conocido por el nombre de Sed tengo) para la cofradía de Jesús Nazareno, concluido en 1616; entre 1614 y 1615 realiza el paso del Camino del Calvario de la Cofradía de Pasión; en 1616 ejecuta el paso del Descendimiento (o de la Piedad) de la cofradía de las Angustias. Después de este paso tradicionalmente se sitúa la realización del Azotamiento de la Vera Cruz, inicio de una fructífera relación con la cofradía para la cual tallaría la Coronación de Espinas y el del Descendimiento (1623). Por desgracia la pérdida de gran parte del archivo de la Vera Cruz en el incendio acaecido en su iglesia en el año 1806 nos impide conocer datos certeros sobre la realización de los diferentes pasos de la penitencial. Ante la falta de documentos que certifiquen una fecha concreta de encargo, suele emplearse como fecha aproximada el año 1619; en este año la cofradía eleva una petición a Papa para la concesión de indulgencias por la santa efigie del Cristo atado a la Columna que tenía la Vera Cruz en su iglesia. No obstante, esta referencia indica que ya estaba hecha ese año y que era una imagen venerada y que despertaba devoción, por tanto no es descartable que fuera tallada unos años antes.

Imagen 1. Cristo Atado a la Columna. Gregorio Fernández, 1619 ca.
Imagen 2. Cristo Atado a la Columna. Gregorio Fernánez, 1619 ca.


       El paso del Azotamiento contaba con varias figuras. La inexistencia de documentos referentes a la composición del paso nos impide conocer con exactitud su número. Se supone que junto al Cristo atado a la Columna había otras figuras. Sobre su composición nos podemos hacer una idea de cómo debió ser si nos remitimos a otros pasos y relieves de Valladolid y su entorno con similares escenas. Antes de seguir con este particular, conviene hacer una breve introducción histórica.



2. El siglo XVIII, la crisis de las penitenciales y traslado del “historiado” al Museo

      En el siglo XVIII las cofradías penitenciales entran en crisis. Cada año resultaba más complicado sacar los pasos procesionales, por lo cual la Vera Cruz determinó suprimir el “historiado” (todas las figuras secundarias) de los pasos y montar los pasos solo con las imágenes titulares. Los sayones quedaron arrumbados en las galerías que hay sobre las naves laterales perdiéndose con el tiempo el recuerdo de la composición de los pasos. Entre 1803 y 1828 una comisión creada al efecto por la Academia de Bellas Artes de Valladolid supervisó la correcta conservación de los sayones y figuras del historiado, almacenadas de forma incorrecta en buena parte de los casos. Finalmente entre 1828 y 1842 el historiado de todas las penitenciales fue trasladado, primero a las dependencias de la Academia de Bellas Artes y después a las instalaciones del primer Museo de Escultura para nutrir los fondos de la institución recién creada.

Imagen 3. Los sayones expuestos en el Museo de Escultura de Santa Cruz hacia 1920. Fotografía publicada en AA.VV.: Pasos Restaurados, Valladolid, 2000, p. 12.




3. La recuperación de la Semana Santa de Valladolid y la recuperación de los pasos procesionales

       Con el resurgir de las cofradías penitenciales y procesiones durante la década de los años veinte del siglo pasado, Juan Agapito y Revilla, a la sazón director del Museo de Escultura, emprendió la ardua tarea de intentar recomponer los pasos procesionales. Desde que fueron trasladados al Museo se había olvidado a qué cofradía y paso pertenecían, exponiéndose desde entonces como figuras aisladas en las salas del Museo. En 1922 Agapito y Revilla llevó a cabo un primer intento de recomponer el paso del Azotamiento, tomando como titular el Cristo de la Columna de la Vera Cruz y añadiendo sayones de diferentes pasos. En 1924 esta primera composición fue desechada y trató de recomponer el paso del Azotamiento de la Cofradía de la Pasión (fechado en torno a 16503) tomando como referencia las instrucciones de montar pasos de 16614. Para ello Agapito y Revilla tomó como imagen titular el Cristo conservado en la Iglesia de la Cofradía de la Pasión y diferentes sayones que encajaban con la descripción de las instrucciones. En esta composición descarta dos sayones azotadores y establece su pertenencia al paso del Azotamiento de la Vera Cruz5. Federico Wattenberg señaló un error en la composición del Azotamiento de la Pasión al haberse incluido un sayón azotador que pertenecía a la Vera Cruz6. Finalmente, en 1992 Luis Luna llevó a cabo una revisión documental del paso y colocó la imagen del sayón azotador señalado anteriormente por Wattenberg. Una prueba que demostraba la pertenencia a este conjunto (aparte de encajar con la descripción que del mismo se hace en la instrucción de montar pasos de 16617) es la P incisa en el hombro con la que se señaló la pertenencia de imágenes y sayones a la Cofradía de la Pasión (las de la Vera Cruz tienen una +).

Imagen 4. Paso del Azotamiento en su primera reconstrucción (1922-1923). Fotografía publiada en BURRIEZA SÁNCHEZ, Javier: Cinco siglos de cofradías y procesiones. Historia de la Semana Santa en Valladolid, Valladolid, 2004, p. 145.
Imagen 5. Paso del Azotamiento de la Cofradía de la Pasión en torno a 1966. El sayón azotador del fondo a la derecha es el erróneamente ubicado en este paso por Agapito y Revilla. Fotografía publicada en AA. VV.: Pasos Restaurados, Valladolid, 2000, p. 21
Imagen 6. Azotamiento en una postal del año 1967. Fotografía: www.todocoleccion.net

Imagen 7. Composición del paso desde el año 1992 con el sayón que tira del cabello del Cristo. Foto: http://ceres.mcu.es

      Es indudable que ante la inexistencia de documentos que esclarecieran la composición original del paso del Azotamiento de la Vera Cruz, la recomposición resultaba una tarea difícil, pues se desconocía incluso el número de figuras que lo componían. Martín González llegó incluso a sugerir que no se conservaban más piezas del paso aparte del Cristo8.
      Habría que esperar unos años para intentar recomponer el Azotamiento de la Vera Cruz pues sus sayones estaban integrados erróneamente en otros pasos. Después de un periodo de reajuste en los “historiados” de los pasos del Museo, Luis Luna9 llevó a cabo una primera composición, incorporando el sayón azotador con el torso descubierto (nº de inventario CE0535), que erróneamente había incluido Agapito y Revilla en el Azotamiento de la Pasión, y otro sayón tocado con sombrero y portando una lanza (nº de inventario CE0508), que había sido incorporado erróneamente al “Paso Nuevo de la Virgen con San Juan” de la Pasión. En un segundo momento incorporó otro sayón, tocado con un gorro ceñido (que hasta entonces formaba parte del “Camino del Calvario”) en actitud de azotar (nº de inventario CE0524), que era uno de los asignados por Agapito y Revilla al Azotamiento de la Vera Cruz10. Estos tres sayones presentan una cruz incisa en en hombro realizada cuando fueron trasladados al Museo para indicar que procedían de la Vera Cruz.

Imagen 8. Composición del Paso nuevo de la Virgen y San Juan hasta el año 1992. Al fondo a la derecha el sayón azotador que ese mismo año fue incorporado al paso del Azotamiento. Al fondo el sayón de la lanza que Luis Luna asignó al paso del Azotamiento de la Vera Cruz. Fotografía publicada en: AA.VV.: Pasos Restaurados, Valladolid, 2000, p. 15.

Imagen 9. Composición del Azotamiento de la Vera Cruz con los dos primeros sayones asignados por Luis Luna. Fotografía: www.artevalladolid.blogspot.com

Imagen 10. Composición del Azotamiento de la Vera Cruz incluyendo el sayón del gorro ceñido. Fotografía: www.artevalladolid.blogspot.com
Imagen 11. Composición del Azotamiento de la Vera Cruz incluyendo el sayón del gorro ceñido. Fotografía: www.artevalladolid.blogspot.com
Imagen 12. Sayón de la lanza. Fotografía: http://ceres.mcu.es

       En una última propuesta sobre la composición de este paso, Hernández Redondo11 descarta que el soldado del sombrero y la lanza formara parte del Azotamiento, pues el canon, la hechura y la policromía soncompartidas con los sayones del paso de la Oración en el Huerto de Andrés de Solanes, paso también perteneciente a la Vera Cruz. Si bien es cierto que no desentona iconográficamente su presencia en este paso (en el paso homónimo de la Pasión aparece un sayón similar), lo más propio es que apareciera una figura de Pilatos, como ocurre la maqueta conservada en el Museo de San Francisco de Medina de Rioseco, proveniente del Convento de Carmelitas12. Este personaje, solo o en compañía de otros, aparece como testigo de la flagelación, como puede contemplarse en el relieve del banco de la catedral de Plasencia, tallado por Gregorio Fernández entre 1624 y 1634. No sabemos a ciencia cierta cuántos eran los sayones que componían la escena. Aparte de los dos que con certeza pertenecían a este paso, podía haber uno o dos más. Hernández Redondo basándose en la maqueta de Medina de Rioseco propone que sólo debe faltar una figura, posiblemente un Pilatos presidiendo el suplicio desde la parte trasera. Es probable que esta figura fuera uno de las dos trasladadas a Madrid en 1797 a petición de don Bernardo Yzarate, protector de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que no fueron devueltas13.

Imagen 13. Maqueta del Azotamiento. Museo de San Francisco de Medina de Rioseco.




4. Recreación del paso del Azotamiento

     Como ya hemos comentado, en 1986 se realizó una recomposición del paso llevada a cabo por Luis Luna. En ella aparecían los dos sayones azotadores y el soldado que según hemos comentado parece que formaba parte de la soldadesca de la escena secundaria de la Oración en el Huerto. La composición resultó bastante equilibrada, siguiendo el esquema habitual de composición de pasos, repartiendo el peso por igual en toda la superficie del tablero. En primer plano el Cristo de la Columna, en un segundo plano lo sayones azotadores, en el centro del paso y al fondo el sayón de la lanza. En planta el esquema compositivo es el de un rombo, en cuyos vértices se encuentra cada una de las esculturas. Esta disposición de figuras guarda así mismo cierto paralelismo con el paso homónimo de la Pasión.
14. Planta de la composición realizada por Luis Luna.

      La composición que proponemos en esta entrada toma como base la realizada por Luis Luna y las consideraciones de Hernández Redondo sobre su posible relación compositiva con algunos pasos del entorno artístico de Valladolid.

      La imagen del Cristo, una de las más importantes de Gregorio Fernández, muestra todavía ciertos resabios clasicistas del último manierismo. Es una imagen que, aunque tiene un punto de vista principal, la torsión del cuerpo y la cabeza permiten que pueda ser contemplada desde todos los puntos de vista. La espalda ensangrentada cobra especial protagonismo (de hecho en su retablo la imagen se asienta sobre un torno que permite girarla y poder contemplar la espalda llagada), de forma que la disposición que tenía en el paso debía ser contemplada sin obstáculos visuales. Quizás la posición de la imagen de Cristo de la maqueta del Azotamiento de Medina de Rioseco (Anónimo del segundo cuarto del siglo XVII) y del paso homónimo de la Vera Cruz de Salamanca (Alejandro Carnicero 1724 ca.) puedan arrojar luz a esta cuestión. En ambos casos la imagen titular está girada hacia el lateral, de forma que el punto de vista principal del paso no es frontal como cabría esperar. Esta peculiaridad genera una composición mucho más global de la escena, de un vistazo pueden verse a los sayones azotadores en acción y no detrás de la imagen de Cristo. Esta genial disposición parece remitirnos a los modelos vallisoletanos, de los que bebieron las principales villas de Castilla la Vieja, y por tanto nos remite inevitablemente a las geniales composiciones de escenas de Gregorio Fernández14.

Imagen 15. Espalda llagada del Cristo Atado a la Columna. Foto: http://apuntes.santanderlasalle.es
Imagen 16. Paso del Azotamiento de la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca. Alejandro Carnicero, 1724. Foto: www.wikipedia.org

      Un elemento que no es original de la imagen del Cristo es la Columna. La original debía mantener la forma troncocónica de la conservada en la Basílica de Santa Práxedes de Roma, modelo ampliamente seguido por Gregorio Fernández en otras imágenes de similar iconografía como el del Convento del Sacramento de Boadilla del Monte (1609) o el del Convento de Santa Teresa, de Ávila (1633).

Imagen 17. Columna de de la Basílica de Santa Práxedes (Roma), en la que según la tradición fue flagelado el Señor. Foto: https://www.diariosur.es

Imagen 18. Cristo de la Columna del convento de Santa Teresa de Ávila, Gregorio Fernández 1633. Foto: http://apuntes.santanderlasalle.es


       De los dos sayones conservados, posiblemente el de torso desnudo (con número de inventario CE0535) sea el más interesante de los dos. Al igual que el Cristo, presenta ciertos resabios manieristas en la torsión del torso y los brazos, echados hacia atrás para tomar impulso para lanzar un golpe contra la espalda del Señor. Esta interesante torsión permite contemplar la escultura desde todos los puntos de vista, creando una pieza de interesantes perfiles llena de energía y fuerza. Por la forma en que azota, este sayón debía estar colocado a la izquierda de la imagen titular. En la composición que proponemos la situamos en la esquina delantera derecha del tablero (mirando de frente), dando la espalda al espectador, y clavando su mirada en la imagen de Cristo, situado en el centro del tablero.

Imagen 19. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535). Foto: http://ceres.mcu.es
Imagen 20. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535), detalle del rostro. Foto: http://ceres.mcu.es
Imagen 21. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535). Foto: http://ceres.mcu.es
Imagen 22. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535), detalle del rostro. Foto: http://ceres.mcu.es 
Imagen 23. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535). Foto: http://ceres.mcu.es
Imagen 24. Sayón del torso desnudo (Inventario CE0535). Foto: http://ceres.mcu.es

    El sayón del gorro ceñido (con número inventario CE0524) fue integrado en la primera reconstrucción del Azotamiento llevada a cabo por Agapito y Revilla en 1922. Posteriormente fue incorporado al paso del Camino del Calvario de la Pasión como sayón que hiere a Cristo con una lanza. Las manos, al ser piezas independientes, han sido colocadas en función de la acción de cada uno de los pasos en los que ha sido incorporado. En las fotografías de la primera reconstrucción del Azotamiento la mano derecha aparece con la palma hacia abajo, mientras que cuando estuvo integrado en el del Camino del Calvario portaba una lanza con la palma hacia arriba. Aparte de estas sencillas modificaciones hacemos notar un posible cambio estructural de mayor importancia: el brazo izquierdo presenta un estiramiento poco natural, con un giro completamente antinatural en el antebrazo. Este hecho apunta a que debió sufrir una intervención que trató de recomponer el brazo original15. Esperemos que en una futura restauración se resuelva la postura de este brazo que produce cierta extrañeza. La acción que desarrollaba este sayón en el paso es evidente que es la de flagelar, portando, al menos, con la mano derecha un flagelo, palo o manojo de abrojos. No es descartable que el brazo derecho realizase otra acción, como tirar de una soga atada al cuello del Señor (como el sayón conocido con el sobrenombre de “el Chato” del paso homónimo de la Cofradía de la Pasión) o bien portase otro objeto lacerante. Es evidente que por su postura, este sayón debía herir a la imagen del Señor por su lado derecho, por tanto, su colocación sobre el tablero debía ser la esquina trasera izquierda. De esta forma la imagen del Señor gira su torso y su cabeza a su derecha, fijando su mirada en él. Es por ello que no descartamos que el sayón tirase de una cuerda atada al cuello de la imagen titular. Curiosamente, la disposición alineada que proponemos de estos dos sayones y del Cristo de la Columna es similar a la que llevó a cabo Agapito y Revilla para la Procesión General de 1922 (frustrada por la lluvia).

Imagen 25. Sayón del gorro ceñido (Inventario CE0524). Foto: http://ceres.mcu.es


Imagen 26. Sayón del gorro ceñido en el “Camino del Calvario”. Años setenta. Foto: www.artevalladolid.blogspot.com
Imagen 27. Sayón del gorro ceñido en el “Camino del Calvario”, puede verse la antinatural postura del antebrazo izquierdo. Años setenta. Foto: www.artevalladolid.blogspot.com

     Siguiendo la propuesta de Hernández Redondo, incluiremos una figura de Pilatos en la parte trasera del paso, observando la escena en un plano secundario16. Tomaremos como modelo el Pilatos de la Coronación de Espinas de la Vera Cruz y el de la maqueta de Medina de Rioseco.

Imagen 28. Detalle del Pilatos de la maqueta del Museo de San Francisco de Medina de Rioseco.
Imagen 29. Pilatos del paso de la Coronación de Espinas de la Vera Cruz 1620ca. Foto: http://ceres.mcu.es

       Esta composición, aunque no tiene un reparto equilibrado de los pesos (dos figuras atrás, una en el centro y otra en la delantera) presenta una acción que puede ser próxima al original. Este paso, en comparación con otros de la cofradía de la Vera Cruz como el Descendimiento y sobre todo con la Oración en el Huerto, es relativamente pequeño y manejable. Su número de portadores debía oscilar entre los 12 y los 16, pocos cargadores si lo comparamos con los 20 del Descendimiento (compuesto por siete figuras) o los 6017 que requería la Oración en el Huerto (compuesto aproximadamente por nueve figuras más todos los elementos y ramajes que evocaban el Huerto de los olivos).

30. Planta de la recreación propuesta


      A pesar de las recomposiciones llevadas a cabo por Luis Luna en el año 1986, la imagen del Cristo Atado a la Columna ha salido de forma aislada sobre su carroza. A propósito de este cuarto centenario sería una buena ocasión para intentar recomponer el paso original, cuya composición debía estar a la altura de otros renombrados conjuntos de Gregorio Fernández.

31. Cristo Atado a la Columna en su carroza procesional. Foto: www.wikipedia.org
32. Composición propuesta





NOTAS

1- Con el nombre de “papelón” no se hace referencia a que las imágenes fueran de cartón piedra, sino que eran imágenes ligeras, óptimas para ser llevadas en procesión. Por ello sólo tenían talladas la cabeza, los pies y las manos, siendo el resto un armazón de madera que insinuaba la anatomía, ocultado por telas encoladas y convenientemente policromadas.
2- PINHEIRO DA VEIGA, Tomás: Fastiginia o Fastos geniales, Traducción y notas de ALONSO CORTÉS, Narciso, Valladolid, 1916, reedición 1989, p. 46
3- FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Rosario: “Paso del Azotamiento”, Pasos Restaurados, Valladolid, 2000, pp. 45-52
4- AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid, Valladolid, 1925, reedición 2007, pp. 42-43.
5- IBÍDEM, p. 43.
6- WATTENBERG SAMPERE, Federico: Museo Nacional de Escultura, Madrid, 1966, p. 98
7- En las instrucciones de 1661 se dice que después de colocar la imagen del Señor, “ se pone el Sayón que va asido a los cabellos del Señor. Se le pasa un tornillo por la mano izquierda del Sayón el que entra en el hombro izquierdo del Señor”. AGAPITO Y REVILLA, Juan: “Las cofradías, las procesiones y los pasos de la Samana Santa en Valladolid. 2ª adición y corrección”, en Las cofradías... Op. Cit, p. 12
8- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El Escultor Gregorio Fernández, nota 18, Madrid, 1980, p. 169
9- LUNA MORENO, Luis: Gregorio Fernández y la Semana Santa de Valladolid, Valladolid, 1986, pp. 35-39.
10- Ver nota 5.
11- HERNÁNDEZ REDONDO, José-Ignacio: “La escultura procesional de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid”, en Actas IV Confreso Internacional de Cofradías de la Santa Vera Cruz 2008, Zamora, 2009, pp. 159-160
12- Hernádez Redondo sugiere la relación de esta maqueta con el modelo vallisoletano de Gregorio Fernández Ibídem, p. 159.
13- AGAPITO Y REVILLA, Juan: Op. Cit. pp. 134-136.
14. Ver nota 12
15- Uno de los colaboradores en la reconstrucción de los pasos de Semana Santa fue el tallista y profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando Claudio Tordera Antolín, quien intervino en las esculturas para poder ser montadas sobre las carrozas. URREA, Jesús: “Conservación y exposición de los Pasos en el Museo”, Pasos Restaurados, Valladolid, 2000, nota 19, p. 20
16- Ver nota 12.
17- LORENZO PINAR, Francisco Javier y VASALLO TORANZO, Luis: Diario de Antonio Moreno de la Torre (1673-1679), Zamora, 2001, p. 93.

2/27/19

LAS ESTACIONES PENITENCIALES. 2ª PARTE: LA COFRADÍA BARROCA (SIGLOS XVII y XVIII)





1. Introducción


            En el anterior artículo tratamos el origen de las primeras estaciones de penitencia, las primeras procesiones de Semana Santa, cuya aparición se fija en el siglo XVI, aunque con precedentes medievales en los movimientos de disciplinantes, en las Estaciones de la Cuaresma romana y en la liturgia estacional, presente en la liturgia cristiana desde el siglo IV.

En esta segunda parte trataremos la evolución de las primeras estaciones de penitencia y la popularidad que alcanzó esta práctica devocional con la fundación de nuevas hermandades penitenciales entre el siglo XVI y la primera mitad del XVIII y cómo estos cambios propiciaron una evolución en la realización de las estaciones de penitencia.

2. Las cofradías penitenciales después del Concilio de Trento (1545-1563)


          Debemos abordar algunas cuestiones sobre la dogmática católica, fijadas en diferentes sesiones del Concilio, que tuvieron una trascendencia capital para la consolidación de las hermandades ya existentes y la fundación de otras nuevas. No es el objetivo de este artículo profundizar en la trascendencia dogmática de este Concilio, sino incidir solo en aquellas cuestiones que atañen directamente al tema tratado1. Frente a las tesis luteranas que defendían la salvación solamente por la fe y la incapacidad de salvarse por la obras, en sexta sesión del Concilio, el 13 de enero de 1547, es promulgado el decreto dogmático sobre la justificación, en el cual se reconoce la justificación del hombre por de la gracia santificante, de forma que a través de ella el hombre coopera en la obra sobrenatural. La fuerza salvífica reside en la gracia divina, con la que colabora el hombre libremente, a pesar de haber sido dañado por el pecado original. Una de las formas que permitía al hombre alcanzar la salvación era precisamente la mortificación, la penitencia, el ayuno...

        En la decimocuarta sesión, el 25 de noviembre de 1551, es promulgada la doctrina sobre el sacramento de la penitencia. En ella, aparte de las cuestiones propias del sacramento, declara en el capítulo VIII: “Deben, pues, los sacerdotes del Señor, en cuanto su espíritu y prudencia se lo sugiera, según la calidad de las culpas y la posibilidad de las penitencias, imponer convenientes y saludables penitencias”. Con estas líneas el Concilio aprobaba la disciplina física como medio de santificación, quedando superadas de esta forma todas las reticencias que desde finales de la Edad Media suscitó en ciertos sectores la disciplina física.

          En la sesión vigésimo tercera, después de hablar sobre la ordenación eclesiástica, trata un tema importante para el que nos ocupa: la intervención del obispo sobre las congregaciones de laicos y la obligatoriedad de éstas de rendir cuentas anualmente.

         Finalmente, en la vigésimo quinta sesión, la última (3 y 4 de diciembre de 1563), se trató el tema de la veneración a los santos, a las reliquias y a las imágenes. Esta proclamación no hizo más que renovar la definición dogmática del Concilio de Nicea II (787), de forma que reafirma lo que se venía haciendo hasta entonces, y promueve la presencia de “pasos” en las procesiones, de manera que se crean secuencias narrativas de los principales momentos de la Pasión, especialmente aquellos de varias figuras que plantean escenas.

      En principio, toda la dogmática proclamada en Trento venía a reforzar a las cofradías; no obstante, la realidad era mucho más compleja, puesto que una de las principales intenciones del Concilio era acercar a los fieles a la práctica de los Sacramentos. Es evidente que todo ello facilitó el asentamiento de las cofradías; sin embargo, los ordinarios tuvieron que reconducir a la ortodoxia, con mucha mano izquierda, ciertos abusos que parecían arraigados con fuerza entre las corporaciones penitenciales.

Seción del Concilio de Trento, Tiziano


2.1. Nuevas cofradías


       Desde la aparición de las primeras hermandades de penitencia (bajo la advocación de la Vera Cruz), en las primeras décadas del siglo XVI empezaron a aparecer nuevas hermandades bajo diferentes advocaciones de misterios de la Pasión (de la Pasión, de la Oración de la Oración en el Huerto, de la Coronación de Espinas...) o alusivos a la Virgen Dolorosa (de la Soledad, de las Angustias, del Traspaso, de la Transfixión...). La proclamación dogmática del Concilio de Trento asentó las ya existentes y favoreció la fundación de otras nuevas.

         Podemos hacer una clasificación de las hermandades que se fundan a lo largo de los siglos XVI y XVII. En primer lugar estarían las de disciplina, como la Vera Cruz, y las que, a imitación de ésta, se fundan posteriormente. Dentro de las nuevas fundaciones podemos decir que hay dos nuevos tipos de hermandades: las creadas bajo la advocación del Santo Entierro o de la Soledad y las de “nazarenos”. Las primeras realizan su procesión en la tarde o noche del Viernes Santo2 y, aunque en muchos casos contemplan también la disciplina, ésta pierde peso en favor de las imágenes, que cobran especial protagonismo en el acto del “Desenclavo”, que suele preceder a la procesión y en la procesión misma, que adquiere en toda su plenitud el concepto de cortejo fúnebre. Las de “nazarenos” realizan su procesión en la madrugada o la mañana del Viernes Santo y están integradas por “nazarenos”: cofrades vestidos con túnica generalmente morada, con soga al cuello y portando una cruz al hombro a imitación de la imagen titular de la Cofradía, una imagen de Jesús con la cruz camino del Calvario. Los “nazarenos” son una alternativa penitencial mucho más liviana que la ejercida por los “hermanos de sangre”.

Vía Crucis del Paso Morado, Lorca. La mañana del Viernes Santo el cortejo de "nazarenos" sube al calvario rezando el Vía Crucis. Foto: https://www.laverdad.es


Acto del "Desenclavo", El mudo Neyra, 1722. Convento de Santa María Magdalena de Agustina. Medina del Campo. 

        Este nuevo tipo de cofradías celebra procesiones que, en principio, suelen tomar como modelo el estacional de las medievales; sin embargo, su naturaleza, en consonancia con el concilio tridentino, las orienta por otros derroteros. Las cofradías Nazarenas, que efectúan su salida en la Mañana del Viernes Santo, en principio suelen mantener la estación ante el Monumento, ya que solían tener lugar antes de los oficios del Viernes (que hasta la reforma de 1956 se celebraban por la mañana). Sin embargo, las del Santo Entierro o la Soledad, que tienen lugar la tarde del Viernes Santo, no contemplan la visita al Monumento, puesto que éste ya se encuentra vacío, aunque no obstante pueden mantener la estación ante el Sagrario.

      Las cofradías de la Vera Cruz y todas aquellas fundadas con similar planteamiento estacional, otorgan absoluto protagonismo al ejercicio de la disciplina durante el recorrido de las estaciones. La imaginería de estos primeros cortejos era muy sencilla: uno o varios crucificados llevados por una persona (generalmente sacerdote). A mediados del siglo XVI empiezan a aparecer los primeros pasos que sirven de soporte material a las meditaciones de la Pasión. Con ellos cambia el concepto procesional, introduciendo la necesidad de “alumbrar” los pasos, y no alumbrar y ayudar a los disciplinantes.

       La Vera Cruz enfatiza en el misterio redentor de Cristo en la Cruz, un planteamiento un tanto abstracto y de corto desarrollo a la hora de realizar pasos más allá de la imagen de Cristo Crucificado. Si analizamos el programa iconográfico de las cofradías de la Vera Cruz del siglo XVI y XVII observamos que, después de la imagen del Crucificado, aparecen pasos relacionados con los principales momentos de la Pasión, que vienen a ser representados en los cinco misterios dolorosos del Rosario: Oración en el Huerto, Flagelación, Coronación de Espinas, Jesús con la Cruz a cuestas y Muerte de Jesús en la Cruz. Este programa iconográfico se fue desarrollado, según las posibilidades de cada hermandad, en Castilla y en algunas partes de Andalucía.

        Sin embargo, las del Santo Entierro y las de “nazarenos” entran de lleno en el planteamiento tridentino de desfile procesional, orientando sus procesiones a momentos concretos de la Pasión, que ya se asocian a itinerarios piadosos fundamentados en la historia sagrada: el Camino de la Amargura (no es casual que en muchos lugares las procesiones de las cofradías nazarenas se llamen “del Camino del Calvario”) de los “nazarenos” y el traslado de Cristo al Sepulcro en las del Santo Entierro/Soledad. Es por ello que muchas procesiones “nazarenas” realizan un recorrido procesional cuya meta es un cerro o un calvario a las afueras de la población, y cuyo recorrido recrea los padecimientos de Cristo en la Vía Dolorosa que culminó en el monte Calvario, situado a las afueras de la ciudad.

        La finalidad pedagógica de la imagen religiosa cobra especial relieve en ciertas representaciones dramáticas de carácter sacro estrechamente vinculadas a las corporaciones nazarenas y del Santo Entierro, las cuales tenían lugar antes, durante o al final del recorrido procesional. Las de cofradías nazarenas suelen representar el encuentro de Jesús Nazareno camino del Calvario con su Madre, San Juan, la Verónica y a veces la Magdalena. Este acto, guiado por un sacerdote, suele concluir en muchas localidades andaluzas con la bendición de la imagen del Nazareno a los fieles gracias a una serie artilugios mecánicos que mueven el brazo articulado del simulacro. El “Desenclavo” es la representación propia de las Cofradías del Santo Entierro, acto consistente en el descendimiento de un Cristo Crucificado articulado que seguidamente es introducido en un Santo Sepulcro y llevado en procesión. Estas procesiones vienen a rememorar el traslado del Cuerpo de Cristo del Calvario al Sepulcro, y pueden estar integradas por otros pasos de la pasión, especialmente de la muerte de Cristo.

Bendición del Nazareno de Tobarra.


2.2. Intervención de la jerarquía eclesiástica en las cofradías

       Los movimientos de disciplinantes, origen de las cofradías de penitencia, despertaron ciertos recelos desde sus inicios, cuando no la oposición directa de la autoridad eclesiástica (recordemos que el famoso Viva vocis oraculo de Pablo III -1536-, venía a reforzar las dudas que surgieron en la Hermandad de la Vera Cruz de Toledo sobre el uso de la disciplina). Desde el principio se trató de regular el uso de la disciplina a través de normativas para evitar que estos grupos cayeran en prácticas abusivas y desvirtuadas. Pero no fue hasta el siglo XVI cuando empiezan a aparecer las primeras reglas aprobadas por la autoridad eclesiástica. De esta forma los antiguamente grupos espontáneos de disciplinantes quedan sujetos a la autoridad eclesiástica y sus actividades regladas conforme a unas ordenanzas.

    Se inicia aquí una tensa relación entre las hermandades y la autoridad eclesiástica, entre las primeras, que defienden su autonomía y la segunda, que trata de conducir por la ortodoxia el devenir de las hermandades, siendo muy crítica con los abusos y corruptelas.

2.3. La “cofradía barroca”: los “pasos” y los personajes alegóricos

       Coincidiendo con este impulso fundacional de finales del XVI que se prolonga hasta las primeras décadas del siglo XVII, empieza a apreciarse un cambio conceptual de las cofradías. Este cambio dio lugar a lo que se ha venido en llamar “cofradía barroca”3, en contraposición a la medieval. Se empieza a prestar atención al aspecto exterior, de imágenes, enseres e incluso de los cofrades. Este nuevo modelo de cofradía aparece en el siglo XVII, y llega a su momento culmen en la primera mitad del siglo XVIII. Las estaciones penitenciales se convierten en celebraciones orientadas a mover a devoción al fiel y al arrepentimiento de los pecados a través de los recursos sensoriales de los cortejos procesionales. Es una nueva retórica que interpela directamente al intelecto del que contempla la cofradía por medio de los pasos, personajes alegóricos, insignias y la propia puesta en escena de las procesiones, que convierte las calles de las ciudades y pueblos en efímeros templos.

Los primitivos pasos, que ya habían aparecido en la primera mitad del siglo XVI, ganan en monumentalidad y fastuosidad. Es en este momento cuando los antiguos y sencillos pasos de papelón son sustituidos por otros grandes y fastuosos, tallados por los mejores escultores del momento. Los antiguos pasos de imaginería ligera, generalmente de papelón u otros materiales livianos, son sustituidos por la madera, mucho más perdurable y monumental4. Así mismo, los cortejos procesionales ganan en vistosidad y en contenido simbólico y alegórico, pues en ellos se incluyen insignias, de ricos materiales o personajes alegóricos bíblicos, niños vestidos de ángeles portando los instrumentos de la pasión, u hombres vestidos de soldados en recuerdo de los romanos que condujeron a Cristo hasta el Calvario, aportando a los cortejos un aire mucho más marcial. De este modo, los disciplinantes dejan de ser el elemento básico de las estaciones penitenciales y se convierten en un colectivo humano (importante y muy numeroso) integrante en un cortejo mucho más complejo que el de la procesión medieval.

       El rigor y la exigencia de los “hermanos de sangre” empieza a decaer en el siglo XVII. En algunos casos este relajamiento llegó a límites que rozaban lo obsceno5 cayendo la disciplina pública en cierto descrédito. Todo ello propició la progresiva desaparición de los disciplinantes en las procesiones hasta que en 1680 son prohibidos por orden de Carlos II. Sin embargo, esta medida no hizo desaparecer definitivamente la disciplina pública, aflorando especialmente en momentos de crisis, aunque ya percibida como un arcaismo6. Su definitiva desaparición acaeció en 1777 por Real Orden de Carlos III.

Disciplinantes de San Vicente de Sonsierra (La Rioja). Única localidad española donde se sigue realizando la disciplina. 


       La supresión de la disciplina de los cortejos procesionales, en algunos casos, puede entenderse como la sustitución de la procesión medieval por la cofradía barroca. Esto puede verse claramente en la fundación de la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo para la Cofradía de la Vera Cruz de Auñón (Guadalajara) en 1666 por el franciscano Fray Miguel de Yela. La hermandad, desde su fundación, realizaba, como todas las de la Vera Cruz, su estación penitencial la noche del Jueves Santo, siendo ésta procesión una nueva. En la memoria de fundación, el fraile franciscano prohíbe la presencia de disciplinantes “porque es descomponerla y desbaratarla” y sustituye a los tradicionales “hermanos de luz” y “hermanos de sangre” por “soldadesca” y niños vestidos de ángeles portando las arma Christi 7. Esta prohibición se limitaba a la procesión del Viernes: la Cofradía seguía realizando su estación al estilo “medieval” el Jueves Santo. Es llamativo cómo una misma cofradía realizó, durante al menos un siglo, dos procesiones conceptualmente diferentes: el Jueves Santo la tradicional procesión penitencial con disciplina y el Viernes Santo la procesión barroca del Entierro de Cristo. No es éste un caso aislado: la Hermandad del Sagrado Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades (actual hermandad del Santo Entierro) de Granada fue fundada en 1616, aprobándose el 16 de abril sus primeras reglas. En sus constituciones se contempla el ejercicio de disciplina en su anual estación del Viernes Santo. Sin embargo, dos días después de su aprobación la hermandad acuerda, quizás recomendados por la autoridad eclesiástica, suprimir la disciplina, pues “en el Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo no es cossa que salga sangre, sino en la forma y manera de procesión que aquí hordenamos se guarde y execute para agora y para siempre...”8. La disciplina es sustituida por un cortejo de figuras alegóricas del Antiguo y Nuevo Testamento. Estos desfiles alegóricos tienen también gran predicamento en la Corona de Aragón, siendo una de sus más características representaciones la cofradía de la Buena Muerte de Barcelona, en cuyo desfile los hermanos portaban calaveras, ataúdes, guadañas ... una vanitas barroca itinerante.

Las tribus de Israel, en la procesión del Santo Entierro de Zaragoza, organizada por la Hermadad de la Preciosísima Sangre.
Moisés, Isaías y otras representaciones de personajes bíblicos. Baena (Córdoba)


     En la procesión barroca el entorno urbano juega un papel trascendente a través de la cristianización del entorno urbano a modo de una Nueva Jerusalén o Christianópolis9. Son posiblemente las reformas llevadas a cabo en el casco urbano de Valladolid tras el devastador incendio de 1561 que afectó al entorno de la Plaza Mayor, las que más en cuenta tuvieron la finalidad procesional en el trazado “a cordel” de sus calles. Destaca por su monumentalidad la calle Platerías, cuyo telón de fondo es la fachada de la iglesia Penitencial de la Vera Cruz. Esta calle, y otras colindantes, diseñadas con soportales y balcones, fueron el marco perfecto para el transcurrir de las diferentes cofradías, cuya meta estacional era la Catedral, no muy lejos del entorno de la Plaza Mayor. No es casual que cuatro de las cinco iglesias penitenciales radicaran en este sector de la ciudad.

Calle Platería, Valladolid. Al fondo, como telón, la fachada de la iglesia penitencial de la cofradía de la Vera Cruz.

3. Nuevas formas de itinerario procesional


       La jerarquía eclesiástica trató de suprimir o reorientar ciertos abusos y desviaciones que empezaban a aparecer en el transcurso de las estaciones penitenciales. La abundancia de cortejos que transcurrían al unísono por el casco urbano de las ciudades causó en no pocas ocasiones la confluencia de dos cortejos que dirimían la preferencia de paso a “ciriazos”. Por otro lado, la disciplina física, cada vez más relajada y adulterada, causaba escenas de cierta inquietud entre los fieles que contemplaban los cortejos. Aunque en las últimas décadas del XVI ya se ven signos que evidencian toda esta problemática, es especialmente en el siglo XVII cuando los obispos, a través de los sínodos diocesanos, empiezan a regular las estaciones penitenciales. Las medidas fueron en ocasiones drásticas, como la llevada a cabo por el polémico prelado don Pedro de Castro y Quiñones (Roa, 1534 - Sevilla, 1623). En 1597, siendo arzobispo de Granada, decretó la suspensión de todas las hermandades penitenciales, salvándose la Vera Cruz, las Angustias y la Soledad10, las de mayor antigüedad y que observaban mayor decoro. Años después, en 1623, siendo ya arzobispo de Sevilla, decretó la reducción de hermandades penitenciales de la capital hispalense (había una veintena) a través de la fusión forzosa entre ellas. La finalidad de estas fusiones forzosas era reducir los cortejos procesionales. Esta decisión no tuvo buenos resultados, pues las corporaciones fusionadas acabaron por separarse en la gran mayoría de los casos. Como podemos ver este eclesiástico no era un gran defensor de las hermandades de disciplina y fue tajante en sus decisiones, sin conseguir solucionar los problemas y mucho menos apaciguar los ánimos11. En un principio las autoridades eclesiásticas, y posteriormente las civiles, no habían sido tan drásticas. Sin embargo, esta contundencia será común con el devenir de los siglos, especialmente en el XVIII, tanto por la autoridad religiosa como por la civil.

       La línea general de actuación de los prelados hispánicos se orienta, en principio, por otros derroteros mucho más conciliadores cuyo objetivo era encauzar la disciplina por el camino de la ortodoxia. Sin lugar a dudas una de las medidas más comunes fue la obligatoriedad de hacer estación en el Monumento del templo mayor o en la catedral, de forma que se establecía un cierto orden en el “caos procesional” que se venía dando en algunas ciudades españolas durante el Jueves y Viernes Santo. Con ello se garantizaba la estación y humillación de todos los hermanos ante el Santísimo Sacramento, evitando en la medida de lo posible escándalos, problemas de itinerario y las estaciones por los extrarradios en cruces, humilladeros y ermitas, lugares donde la vigilancia era mucho más precaria. Al pasar por la catedral las autoridades eclesiásticas fiscalizaban la cofradía e intentaban corregir los abusos que durante el transcurso podían cometerse. Esta potenciación de las cofradías por las naves catedralicias supuso además una alternativa plástica a los dramas sacros que desde la Edad Media venían celebrándose en las catedrales durante las principales festividades. Los “pasos” escultóricos vinieron a suplir las mediavales dramatizaciones de la Pasión, y vienen a representar la nueva forma de devoción y piedad acorde con las exigencias emanadas de Trento12. Con estas medidas de control y vigilancia, debemos señalar también que se garantizaba una correcta estación penitencial antes el Santísimo. No debemos olvidar que una de las principales propuestas del concilio tridentino era acercar a los fieles a la práctica Sacramental, especialmente la devoción y adoración al Santísimo.

Paso de la "Borriquita" de Valladolid. Realizado en "papelon" a mediados del siglo XVI.


        Son conocidas, por su trascendencia, las normas del Sínodo Diocesano de Sevilla convocado por el Cardenal Arzobispo Niño de Guevara en 1604. En ellas se pretende corregir la situación de desorden de las procesiones penitenciales, que habían llegado a espectáculos bochornosos y poco edificantes resueltos en algunas ocasiones a “ciriazos”. Por ello, el Arzobispo ordena que todas las cofradías acudan a realizar estación en la Catedral y abandonen sus antiguos itinerarios estacionales por las iglesias de su entorno. De este modo se obligaba a ordenar los recorridos y evitar peligrosos encuentros entre cofradías. Se establece también la organización previa de los recorridos en el llamado “Cabildo de toma de Horas” celebrado en la catedral y al que asiste el Cabildo de la Seo y los Hermanos Mayores de las hermandades para fijar horarios y recorridos. Curiosamente, la obligatoriedad de esta norma, que además suprimía la nocturnidad de los cortejos, excluye a la Vera Cruz “con quien no es nuestra intención se haga novedad alguna, por tener bulas y privilegios apostólicos, señalada la hora a que ha de salir”13, lo cual da a entender que siguió saliendo durante muchos año a las diez de la noche del Jueves Santo y recorriendo las diferentes estaciones que marcaban las reglas de 1538. La instauración de esta norma generó la actualmente conocida como “Carrera Oficial”, conjunto de calles por las que transitan todas las Cofradías que se dirigen a la Catedral. En la misma exhortación intenta solucionar los problemas y escándalos causados por los cofrades durante las estaciones pidiendo que “vayan en ellas con mucha devoción, silencio y compostura, de suerte que en el hábito y progreso exterior se eche de ver el dolor interno y arrepentimiento de sus pecados, que han menester, y no pierdan por alguna vanidad o demostracion exterior el premio eterno que por ello se les dará”14. En esta línea deben interpretarse los gestos de humillación, adoración y arrepentimiento que algunas cofradías sevillanas hacían al pasar por la catedral soltando las colas de las túnicas y arrastrándolas por el suelo.

Cofradía del "Silencio" de Sevilla haciendo Estación ante el Monumento de la Catedral.


         Ya expusimos en el artículo anterior el itinerario que seguía la Archicofradía de la Sangre de Málaga en su anual estación penitencial durante el siglo XVI, en la que se hacían cinco estaciones en diferentes iglesias y conventos. En el XVII es la Estación en la Catedral la que se configura como acto definidor de las hermandades penitenciales. En esta época se establece la costumbre de comprobar la asistencia de los hermanos a la entrada del templo mayor, en la puerta de las Cadenas, por parte de un mayordomo y escribano público15. Así mismo, se conoce gracias a la documentación la forma de transitar las hermandades en el siglo XVIII por el interior de la catedral, de manera diferente según fuera Miércoles, Jueves, Viernes de madrugada o Viernes Santo por la noche16.

       En Murcia también se instauró la costumbre de realizar estación en la catedral. El año que Francisco Salzillo realizó el paso de la Santa Cena (1761), la Cofradía de Jesús Nazareno pidió permiso al Cabildo de la Catedral que por su magnitud se le concediera el permiso para acceder al templo por la puerta principal “en atención a la obligación que todas las procesiones de Semana Santa tienen de pasar por dentro de esta Santa Iglesia Catedral”. A esta solicitud el Cabildo se mostró favorable y acordó abrirla solo para este paso, sin que sirviera de ejemplo a otros17. La finalidad estacional de las cofradías murcianas en el templo matriz estaba tan arraigada que algún autor ha señalado la importancia artística que tuvo el imafronte barroco de la catedral como revulsivo para actualizar estéticamente las hermandades penitenciales. En 1752 la Preciosísima Sangre encarga un nuevo trono procesional para el Cristo titular de la corporación y la de Jesús inicia los encargos de los prodigiosos pasos de la Pasión de Francisco Salzillo18.

        El paso obligado de las Cofradías por la Catedral se impone en algunos casos sin alterar el recorrido que tradicionalmente realizaban las cofradías. La Vera Cruz de Zamora fija en sus ordenanzas de 1545 la realización de tres estaciones en las iglesias de San Juan de Puertanueva, en la Magdalena y en San Ildefonso. La Cofradía alternaba cada año su salida desde el Convento de San Francisco y desde el de Santo Domingo19. En el siglo XVII el cabildo pide que la comitiva alargue su recorrido para hacer estación ante el Monumento de la Catedral. La corporación aceptó a cambio de una cantidad establecida de hachas de cera (cuya donación se mantuvo hasta el siglo XIX). Finalmente, será a partir de 1836, con la supresión de los conventos desde donde efectuaba su salida, cuando establezca como única meta estacional la Catedral, saliendo desde su capilla situada en la iglesia de San Juan de Puertanueva. La evolución del recorrido estacional de la Cofradía de Jesús Nazareno (Vulgo Congregación) de esta misma ciudad resulta más interesante. Fundada en torno a 1610 en la parroquia de San Vicente, salía desde este templo hacia extramuros por la puerta de Santa Clara, y desde allí se dirigía al desaparecido monasterio de San Benito, donde se adoraba la Cruz de Carne (posiblemente hacían esta estación para ganarse las indulgencias concedidas). Desde allí se dirigía a la ermita y Cruz del Calvario (las hoy conocidas como Tres Cruces) haciendo las estaciones del vía Crucis que marcaban el camino hasta la dicha ermita. Una vez llegaban allí iniciaban el camino de vuelta hacia San Vicente20. La mayor parte del recorrido se realizaba por el campo, por caminos entre fincas de cereal y viñedos. Debía ser un acto duro físicamente, pues los hermanos iban descalzos, con poca ropa y cargando una cruz. Unos años después, traslada su sede a la iglesia de San Juan de Puertanueva, modificando radicalmente su recorrido estacional, que se limitará al área intramuros y en dirección a la Catedral, donde hacía estación ante el Monumento. Cabe la duda si realizaba otras estaciones en iglesias aledañas21. Las razones de esta modificación son conocidas y no parecen responder a una recomendación o imposición por parte de la jerarquía eclesiástica, sino a la vejez y los achaques de los componentes de la congregación, que ya no podían aguantar la dureza de la antigua estación penitencial, la cual había ya causado “quiebras de salud y muertes”22. Esta congregación nazarena, que no gozaba de buena salud a pesar de sus pocos años de vida, acabó por desaparecer en torno 1630. Años después, en 1651 se funda otra nueva a imitación de la desaparecida (pero sin vinculación con aquélla) a instancias del notario apostólico de la ciudad Claudio Gómez. En sus reglas contemplaba la realización de una procesión penitencial hasta la ermita de la Cruz del Calvario, como inicialmente realizó la desaparecida congregación nazarena, motivo por el cual, movidos a devoción, habían entrado muchos cofrades. Pero durante la Semana Santa de 1652 vienen los problemas: cuando iban a realizar su primera salida, el Cabildo de la Catedral obliga a que esta nueva congregación, a la cual considera una refundación de la antigua, cumpla con las obligaciones contraídas por la anterior, haciendo estación a la Catedral. Sin posibilidad de apelar, la Cofradía dirigió la comitiva primero a la Catedral para después encaminarse a la ermita y Cruz del Calvario, en el otro extremo de la ciudad, a unos dos kilómetros de distancia. Finalmente, después de litigios entre ambas partes, el juez metropolitano de la provincia de Santiago de Compostela, a la cual pertenecía Zamora, dictaminó que los nazarenos debían ir a la catedral y luego continuar sus estaciones camino de la ermita del Calvario. Así estuvo la hermandad todo el siglo XVII y parte del XVIII, hasta que, en 1767, el Cabildo accede a las peticiones de la hermandad y son liberados de esta responsabilidad23.

Las Tres Cruces, Zamora

       En los casos expuestos de Zamora, se ve la intención por parte del Cabildo de la Catedral de que ambas cofradías hicieran estación ante el Monumento, para lo cual incluso pagaban en cera a las corporaciones que así lo realizaran (la Vera Cruz y la Cofradía de Jesús Nazareno). Sin embargo, la actitud enconada del Cabildo en el segundo caso responde más a una defensa de sus derechos corporativos que a la mera recomendación pastoral.

       Todos estos ejemplos expuestos, distantes geográficamente, vienen a poner de manifiesto lo que fue una tendencia habitual en la España del momento. Podríamos seguir enumerando ciudades en las que las cofradías hacían estación en la catedral, únicamente o compartida con otros templos, pero por no abundar en explicar más ejemplos haremos reseña de las ciudades donde así ocurría: Córdoba, Jaén, Granada, Cuenca, o Valladolid.

        En el siglo XVII se observa una tendencia a reducir los recorridos. Las causas pueden ser varias: la inclusión de pasos en el cortejo; la avanzada edad de los integrantes; las reticencias de algunos hermanos de sangre por no poder cumplir sus exigencias; quizás hubiera también otro tipo de motivos, como la pérdida del sentido penitencial o el afán de lucimiento. La Vera Cruz de Sigüenza recortó en un siglo el recorrido de su antigua procesión de disciplina hasta alcanzar una configuración similar a la actual. Recordemos que sus primeras reglas fijaban una procesión que salía de la parroquia de la Catedral, viniendo a durar cerca de dos horas, y realizaba cinco estaciones en iglesias y ermitas de la ciudad (la primera y la última ante el Monumento de la Catedral), un duro ejercicio que con el paso de los años debió ser difícil mantener. En las ordenanzas de 1658 y 1726 se fijan nuevos recorridos en los que se puede apreciar el progresivo acortamiento del cortejo que, “con la bariacion de los tiempos” y “muchas nobedades” se suprimen las estaciones y los recorridos fuera del casco urbano por una procesión que partiendo de parroquia de la Catedral se dirige al Humilladero, donde son depositados los pasos hasta el año siguiente24.

       No podemos olvidar un foco de atracción que tuvo importancia capital para el desarrollo de las procesiones durante la Edad Moderna: la Corte. Desde el establecimiento de la misma en Madrid a mediados del siglo XVI, las cofradías de Semana Santa contaron con un gran apoyo institucional, tanto por parte de la familia real y la nobleza (que ocupaba los puestos principales) como de los gremios, cuya asociación y responsabilidad dentro de las cofradías les garantizaba la obtención de las gracias espirituales a éstas concedidas. El ocaso de las procesiones penitenciales de Madrid vino cuando la familia real dejó de prestar este apoyo y los gremios desaparecieron. El Alcázar y el Monasterio de las Descalzas Reales eran los dos epicentros estacionales principales de las procesiones. Es por ello que a estas estaciones penitenciales se les viene comúnmente llamando “procesiones de Corte”25. La disposición de los pasos y su itinerario corría a cargo del maestro mayor de obras del rey y de la Sala de Alcaldes. Las diferentes cofradías salían de sus respectivas iglesias y se dirigían al Alcázar. Al llegar allí los pasos eran parados y contemplados por la Familia Real. Posteriormente dirigían sus pasos al convento de las Descalzas Reales, en cuya iglesia eran introducidos los pasos para ser contemplados por las religiosas. Las “Procesiones de Corte” se mantuvieron en vigor hasta la proclamación de la Segunda República en 1931. En muchas fotografías de los años veinte del siglo pasado puede verse a la Familia Real contemplando desde el balcón principal la procesión mientras ésta transcurre por el patio de armas. Bajo el balcón se levantaba un altar efímero en el que los integrantes del cortejo hacían estación. Otras ciudades, como Valladolid o Sevilla, que acogieron durante varios años la Corte, vieron también modificados los recorridos de sus cofradías para poder ser vistas por la Corte.

Procesión del Viernes Santo de Madrid transitando por el Patio de Armas del Palacio Real. En el balcón la Familia Real, a la derecha, junto a una garita, un altar portátil. Foto: https://pasionpormadrid.blogspot.com.es


4. Conclusión


       Con la implantación de las directrices del Concilio de Trento y la religiosidad barroca, el sentido penitencial y estacional de las procesiones es progresivamente sustituido por el de cortejo funerario, a modo de entierro. Se produce un cambio en la mentalidad: los disciplinantes pierden protagonismo frente a los pasos o hermanos vestidos de personajes bíblicos, convirtiendo las calle en un gran templo donde se conmueve al espectador. Con ello adquieren también un carácter pedagogía doctrinal, pues recrean las escenas más señaladas de la Pasión del Señor.

      Las circunstancias y las características del nuevo modelo de “cofradía barroca”, propiciaron una modificación en el itinerario y sentido de los recorridos procesionales con respecto a las cofradías penitenciales medievales. La pérdida del rigor en los cortejos obligó a las autoridades eclesiásticas a tomar medidas que garantizasen el correcto discurrir de los cofrades, obligando en la mayoría de los casos a que dirigieran sus pasos hacia la catedral o la iglesia mayor de la población,.

       La consolidación de la cofradía barroca fue poco a poco despojándose del sentido estacional de las procesiones penitenciales medievales, en las que se realizaban varias visitas a iglesias, ermitas, cruces o calvarios. La inclusión de grandes y suntuosos pasos, insignias y personajes alegóricos densificaron las procesiones, obligando a acortar y a realentizar los cortejos, aunque no el tiempo empleado. La finalidad básica no era ya tanto “andar las estaciones”, como realizar la procesión en sí, como acto devocional pleno de sentido, a modo de cortejo fúnebre.

       Estas dos fórmulas procesionales (medieval y barroca) fueron compatibles durante un tiempo, hasta que finalmente la cofradía barroca acabó con los elementos y las prácticas propias de la cofradía medieval.

       La única pervivencia de los desfiles medievales fue la Estación de Penitencia (allí donde se siguió realizando), mientras que los disciplinantes y la vivencia física de los fieles de los tormentos más duros de la pasión fueron sustituidos por otras prácticas penitenciales más livianas.

       El abandono de las Estaciones por parte de las cofradías, fue en cierta forma suplantado por una nueva práctica que empieza a cobrar especial importancia a partir del siglo XVIII, y en algunas zonas ya en el siglo XVII: el rezo del Vía Crucis, cuyo origen se encuentra en la misma raíz de las procesiones de Semana Santa: la recreación de itinerarios piadosos basados en los Santos Lugares.

       La visita individual a los Monumentos la tarde y noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo se antepuso, en muchos lugares, a la celebración de las procesiones. Por ello, en muchas localidades, las jornadas del Viernes Santo, o incluso del Miércoles Santo, pasaron a convertirse en momentos propicios para la celebración de procesiones, dejando libre el tiempo en que el Santísimo se encuentra reservado en el Monumento, jornada que precisamente dio origen a las estaciones de penitencia.

       Si bien la visita de las cofradías al Monumento catedralicio o de la iglesia mayor de la localidad se perdió por completo, salvo en la ciudad de Sevilla, en muchas localidades, como Zamora y Cuenca, pervive la costumbre de hacer una parada de descanso junto a la Catedral, sucedáneo de las antiguas Estaciones.

                  A.R.S.

NOTAS


1- Todas las cuestiones tratadas en torno a la dogmática del Concilio de Trento en SÁNCHEZ HERRERO, José: La Semana Santa de Sevilla, Sevilla, 2003, pp. 126-129.
2- Sobre las características de las cofradías penitenciales medievales y las de “Nazarenos” y “Santo Entierro” Cfr. SÁNCHEZ HERRERO, José y otros: “Los cuatro tipos diferentes de cofradías de Semana Santa desde su fundación hasta la crisis de finales del siglo XVIII en Andalucía Bética y Castilla”, Primer Congreso Nacional de cofradías de Semana Santa. Zamora, 1987, pp. 259-304.
3-SÁNCHEZ HERRERO, José: “Las Cofradías de Semana Santa de Sevilla durante la modernidad. Siglos XV al XVIII”, Las cofradías de Sevilla en la modernidad (3ª edición), Sevilla, 1999, p. 95.
4- A principios del siglo XVII las hermandades penitenciales vallisoletanas empiezan a sustituir los primitivos pasos de papelón por los de madera policromada. El paso en madera policromada más antiguo que se conserva en la capital pucelana es el de la Elevación de la Cruz de la Hermandad penitencial de Pasión, datado en 1604.
5- Son inumerables los hechos que podemos contar al respecto de abusos cometidos por los cofrades, especialmente por los disciplinantes.
6- GUEVARA PÉREZ, Enrique; RIVERA VÁZQUEZ, Mariano: Historia de la Semana Santa de Madrid, Madrid, 2004, p. 77.
7- CÓZAR DEL AMO, Juan Manuel del; GARCÍA LÓPEZ, Aurelio: “Institución y organización de una procesión de Semana Santa por don fray Miguel de Yela Rebollo para los cofrades de la Vera Cruz de Auñón en 1666”, Cuadernos de etnología de Guadalajara, 25 (1993), pp-383-387.
8- PADIAL BAILÓN, Antonio: “Hermandad del Sagrado Entierro de Ntro. Señor Jesucristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades”, La Granada eterna (18 de octubre de 2013), http://apaibailon.blogspot.com/2013/10/hermandad-del-sagrado-entierro-de-ntro.html (última visita 11-10-2018).
9- Cfr. OROZCO PARDO, J.L.: Christianópolis: urbanismo y Contrarreforma en la Granada del Seiscientos, Granada, 1985.
10- PADIAL BAILÓN, Antonio: “Venerable Hermandad del Santo Cristo Crucificado con el título de la Sangre, Santa Cruz, Nuestra Señora de la Encarnación y Benditas Ánimas del Purgatorio”, La Granada eterna (8 de marzo de 2013), http://apaibailon.blogspot.com/2013/02/venerable-hermandad-del-santo-cristo.html (última visita 07-10-2018).
11- Relata el Abad Gordillo sobre el arzobispo Castro: “ni memoria de una sola cuita ni de otras que dejó en la ciudad, sino infinitos pleitos. Permitió Dios que aburrido de sí mismo, en el fin de sus días, tuviese tan terrible enfado, que el 11 de diciembre de 1623 renunció al Arzobispado”. Citado en ROLDÁN, Manuel Jesús: “Reducir cofradías: una mirada al pasado”, ABC (7 de marzo de 2010). Recuperado en: https://sevilla.abc.es/
12- Estas cuestiones aparecen expuestas en FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, José Alberto: “Historia y problemática de la Estación de Penitencia en la Catedral de Murcia”, en Cabildo. Semana Santa en Murcia, Murcia, 2015, pp. 73-78.
13- SÁNCHEZ HERRERO, José: “Las cofradías de Semana Santa de Sevilla...” Op. Cit., p. 94.
14- Constituciones del arzobispado de Sevilla hechas i Ordenadas por el Ilustrísimo y Reverendisimo Señor Don Fernando Niño de Guevara Cardenal i Arzobispo de la S. Iglesia de Sevilla en el Sínodo que celebro en Su Catedral año d 1604; y mandadas imprimir por el Deán y Cabildo, Canónigos in sacris, Sede vacante, Cap. XXIII, Sevilla, 1609. Citado en SÁNCHEZ HERRERO, José: “Las cofradías de Semana Santa de Sevilla durante la modernidad. Siglos XV a XVII”, Las cofradías de Sevilla en la modernidad (3ª edición), Sevilla, 1999, p. 93.
15- PÉREZ DEL CAMPO, Lorenzo: “III. La Hermandad en la calle: La Estación de Penitencia”, en Semana Santa en Málaga III. La Semana Santa malagueña a través de su historia, Málaga, 1988, p. 109.
16- SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio: Statio Urbis. Rito, ceremonia y estaciones de penitencia en la Catedral de Málaga, Málaga, 2012.
17- TORRE FONTES, Juan: “Historia y presente”, Nazarenos. Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, 5 (2002), p. 91.
18- FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Juan Alberto: Estética y Retórica de la Semana Santa Murciana: El Periodo de la Restauración como fundamento de las Procesiones Contemporáneas, Murcia, 2014, pp. 349-350
19- JARAMILLO GUERREIRA, Miguel Ángel; CASQUERO FERNÁNDEZ, José Andrés: La Cofradía de la Santa Vera Cruz de Zamora. Historia y Patrimonio artístico, Zamora, 2009, p. 63.
20- CASQUERO FERNÁNDEZ, José Andrés: “La Cofradía de Jesús Nazareno “Vulgo Congregación” de Zamora: origen y fundación.”, en Actas del primer congreso nacional de Cofradías de Semana Santa. Zamora 5-8 de febrero de 1987, Zamora, 1988, pp. 243-258
21- Ibídem, p. 244.
22- Ibídem, p. 245.
23 - Ibídem, p. 248.
24- ORTEGO GIL, Pedro: Historia de la Cofradía de la Vera Cruz de Sigüenza. Guadalajara, 2009, p. 184.
25- GUEVARA PÉREZ, Enrique y RIVERA VÁZQUEZ, Mariano: Op. Cit. , pp. 69-71.