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7/23/16

"El celo de Tu Casa me consume"



A lo largo de la historia del cristianismo ha habido personas que han entendido la importancia y dignidad que requería la celebración litúrgica y han mostrado un gran interés por que esta fuera realizada con el esplendor y magnificencia que requiere.


Este es el caso del San Juan de Ribera (Sevilla, 1532 – Valencia, 1611). Nació en Sevilla en 1532 y fue bautizado en la parroquia del Sagrario. Era hijo natural de Perafán de Ribera, (Sevilla, 1509 – Nápoles, 1571) Duque de Alcalá y Marqués de Tarifa, que llegó a ser virrey de Cataluña y Nápoles. Su madre, Teresa Pinelo, murió siendo niño. En 1544 ingresó en la Universidad de Salamanca, donde estudió Derecho y Teología. Años después, en 1560 fue ordenado sacerdote. Con tan solo 30 años de edad, fue nombrado Obispo de Badajoz por el papa Pío IV en 1562. A pesar de su juventud, el joven Juan destacó por su sabiduría y conocimiento, lo que le valió ser nombrado en 1568 Arzobispo de Valencia y Patriarca latino de Antioquía. Valencia era una de las sedes más importantes de la España del momento. Era un arzobispado de gran extensión y difícil de gobernar, en la que vivía una numerosa comunidad morisca. En 1602 fue nombrado por el rey Felipe III Virrey de Valencia, concentrándose en su persona el poder religioso y civil. Murió en la ciudad del Turia en 1611.

Luis de Morales, Retrato de Don Juan de Ribera siendo Obispo de Badajoz. Fuente: Wikipedia.

Su crianza tuvo lugar en Sevilla, en la conocida Casa de Pilatos, un palacio gótico mudéjar decorado con esculturas romanas, fiel reflejo del cosmopolitismo de la ciudad. Fue allí donde tuvo su primera toma de contacto con el mundo cultural Humanista. Estaba al tanto de las novedades literarias y artísticas que tenían lugar tanto en España como en Italia, donde contaba con una red de informantes y colaboradores que le facilitaban libros y obras de arte.

Patio de la "Casa de Pilatos" de Sevilla. La arquitectura gótico-mudéjar decorado con esculturas romanas. Fuente: www.greatness.es

Fue el gran paladín de la contrarreforma católica en España. Durante su pontificado realizó 2715 visitas pastorales y convocó siete Sínodos. Según sus contemporáneos era una persona completamente entregada a su labor ministerial, al rezo y a la lectura religiosa y cultural. Su profundo conocimiento de la Iglesia y su refinada sensibilidad, le convirtieron en la persona indicada para llevar a cabo la reforma profunda de las manifestaciones artísticas promovidas por la Iglesia. Esta labor fue similar a la que en Milán llevó a cabo San Carlos Borromeo. Curiosamente la vida de ambos religiosos mantiene numerosos paralelismos: ambos nacieron en el seno de familias nobles, tenían una amplia cultura y además estaban dotados una excepcional y refinada sensibilidad estética. Compartieron posiciones similares en torno a los nuevos planteamientos que debían fundamentar la nueva imagen religiosa posterior a Trento. Frente a los refinamientos y alambicadas composiciones del manierismo, la pintura religiosa debía mostrarse más próxima a la realidad, sin tantas estilizaciones y ambages, con un nuevo lenguaje claro y directo que empatizara inmediatamente con el espectador. Al amparo de estas disposiciones de carácter pastoral sobre la nueva forma de representar la imagen religiosa aparece a principios del XVII la pintura “tenebrista” de Caravaggio, que se nutre del entorno cultural creado alrededor de San Carlos Borromeo. Inmediatamente los ecos del tenebrismo se hicieron presentes en la Península gracias al mecenazgo de don Juan.

El gran legado pastoral que realizó don Juan se materializó en la fundación del Colegio Seminario del Corpus Christi, conocido popularmente como “Colegio del Patriarca”. Fue oficialmente instituido el 3 de marzo de 1583; sin embargo, su primera piedra no fue colocada hasta 1586.  Fue inaugurado en 1604 aprovechando una visita de Felipe III a Valencia, aunque la obra no se finalizó hasta 1610, un año antes de morir su fundador.

Exterior de la Capilla del Colegio, con su cúpula de teja vidriada en azul y blanca copiada por toda la geografía valenciana. Fuente: http://colegiodelpatriarca.blogspot.com.es/

El Colegio Seminario realmente son dos instituciones, el Colegio y la Capilla, que se integran bajo un mismo edificio, una misma constitución y el mismo gobierno. El Colegio se fundó con el propósito de formar un clero reformado, entregado a su ministerio, sabio y virtuoso. En él se alojaban los futuros sacerdotes (los becarios o temporales) mientras estudiaban en la Universidad de Valencia Teología y Cánones. Se integraban en una comunidad permanente que les ofrecía un complemento en su formación espiritual, académica y personal. Del Colegio saldría un clero muy formado dispuesto ejercer su ministerio con tesón y entrega.

Biblioteca del Colegio. Fuente: http://www.seminariocorpuschristi.org/


La Capilla del Colegio fue fundada con el propósito de materializar un nuevo tipo de iglesia, acorde con los planteamientos del Concilio de Trento, y debía servir de modelo a todas las iglesias del arzobispado:

“ Y assi he pretendido desde que puse la primera piedra en esta Capilla y pretenderé siempre que assi como hay religiones con clérigos frayles reformados assi también haya una iglesia de officios divinos reformados assi en las Missas rezadas y cantadas como en las horas dichas a canto llano o a canto de Organo donde se de testimonio y se muestre por obra el respeto, modestia y Veneración que deven guardas los que hablan con la Infinita Magestad del poderosissimo y altisimo Señor ante quien los Seraphines asisten con humilde reverencia.”

Don Juan, plenamente consciente de la magnitud e importancia de esta fundación, dirigió y supervisó toda la obra cuidando con primor hasta el más mínimo detalle. Para ello se rodeó de los mejores arquitectos y pintores del momento, a los cuales planteaba sus ideas, consultaba sus dudas y buscaba su opinión para resolver con excelencia cada uno de los planteamientos propuestos.

La Capilla fue construida entre 1590 y 1595 bajo la dirección del arquitecto Guillem del Rey. El templo es una síntesis de la tradición constructiva levantina (iglesias de una nave con capillas laterales) y la arquitectura renacentista de raigambre clasicista. Es la primera iglesia en Valencia plenamente renacentista, sin ningún elemento gótico.

Vista del Altar Mayor de la Capilla del Colegio. Fuente: http://www.seminariocorpuschristi.org/


El Patriara ideó un complejo programa iconográfico en el interior de la capilla que incide en aquellos dogmas puestos en cuestión por los protestantes:

La Eucaristía, en torno a la cual giran todas las representaciones figurativas del presbiterio. El retablo está presidido por un gran cuadro de Francisco Ribalta de la Última Cena (1606). Este gran lienzo es una tramoya que oculta un crucificado alemán del siglo XVI, el cual había sido profanado en Alemania durante las revueltas protestantes y que el Patriarca conservaba como una preciada reliquia. Solo es visible los viernes al final de la Misa, cuando el lienzo de la Última Cena desciende y se descorren las cortinas moradas que lo ocultan, mientras el coro canta el Miserere. Sobre el retablo un Pelícano abriéndose el pecho, una de las alegorías eucarísticas más potentes, preside el presbiterio del templo.

La veneración a la Virgen María, a los santos y a las reliquias. La primera capilla de la nave del Evangelio está presidida por una copia de la Virgen de la Antigua de la Catedral de Sevilla, a la que don Juan profesaba una gran devoción. La capilla contigua es la de San Vicente Ferrer, presidida por un cuadro que muestra la aparición de Jesús al santo, pintado por Francisco Ribalta en 1605. En el lado de la Epístola la primera capilla, antiguamente bajo la advocación de todos los santos, está hoy dedicada al santo fundador de la Capilla y el Colegio. En 1796 un cuadro de la Última Comunión de San Juan de Ribera sustituye al original del Ángel Custodio, actualmente a los pies de la Iglesia. El cuadro oculta una urna de plata con los restos del fundador, que se descorre con un sistema de tramoya similar al del retablo mayor. La última capilla es la de las Ánimas o de la Comunión, con un portentoso lienzo de las Ánimas del Purgatorio salido de los pinceles de Federico Zucaro. Fue traído de Roma en torno a 1601.

Junto a los cuadros de los retablos, los frescos pintados por un equipo dirigido por el genovés Bartolomé Matarana (1550 – 1606), plasman sobre toda la superficie parietal un complejo programa iconográfico que complementa las escenas pintadas en las diferentes capillas. Destacan los dos grandes murales de los testeros del transepto, dedicados a San Vicente Mártir y a San Vicente Ferrer.

Toda la pintura (sólo hay una imagen de bulto en la capilla) constituye un tratado sobre el arte de la contrarreforma católica. La imagen sacra cumple un papel primordial y para ello debía cumplir una serie de requisitos: claridad, concisión y soporte para estimular la piedad de los fieles, además de servir como eficaz herramienta para la predicación. Es llamativo cómo tanto San Juan de Ribera como San Carlos Borromeo son personas de un nivel cultural elevado, a los cuales se les presupone una espiritualidad más abstracta y menos figurativa. Sin embargo, ambos fueron criados en un ambiente humanista donde la imagen y el lenguaje corporal tenían un papel preponderante. El Patriarca integró las imágenes de la Capilla en la propia liturgia del Colegio con una convicción sincera del beneficioso poder de las imágenes, incluso sobre los espíritus más cultivados y exigentes. Otorga a la imagen un papel relevante que incluso puede resultar mucho más próximo a la tradición oriental que a la concepción romana de la imagen como “Biblia de los iletrados”.

Detalle de la bóveda del presbiterio. Los coros angélicos adorando el nombre de Dios. Fuente: http://www.seminariocorpuschristi.org/

La música ocupó también en el culto un lugar primordial. En la Catedral Metropolitana introdujo algunas modificaciones que solemnizaban el rezo de las Horas. Éstas consistían en una pausa en los versículos de los salmos cantados en canto llano. Esta pequeña mediación aportaba mucho sosiego y grandeza a las celebraciones. La misma modificación fue también llevada a cabo en la Capilla del Colegio. La base musical de las celebraciones era el canto llano acompañado sutilmente con el “canto del órgano”. Dotó además a la iglesia de una capilla de música compuesta por cantantes y una cobla de seis ministriles para acompañar y engrandecer las celebraciones más señeras. Encargó al músico Juan Bautista Comes la composición de piezas para las grandes fiestas, entre las que destacan las Letanías al Santo Sacramento, escritas por el propio Santo, y que a día de hoy todavía se siguen cantando en las celebraciones de la Octava del Corpus.


Las celebraciones religiosas de la capilla – el rezo de las Horas y la celebración de las Misas – constituyeron la puesta en práctica más excelente de las normas litúrgicas emanadas del Concilio de Trento. El ritual y la ceremonia aportan ciertas peculiaridades: Al ser una capilla privada y no parroquia ni colegiata, introduce algunas variaciones que responden a su profunda religiosidad y devoción hacia el Santo Sacramento, la Virgen María y la Pasión de Cristo. En las Constituciones, redactadas por él, ordena que todos los jueves del año, salvo ocurrencia de fiesta de primera clase, se celebre la Misa Conventual y el rezo de las Horas del Santísimo Sacramento. En estos Oficios al Santo Sacramento introduce tres celebraciones: La Ofrenda de Ramos de Espigas, el Canto del Alabado y la Procesión de la Octava del Corpus.

La Ofrenda de Ramos tiene lugar todos los jueves al acabar la Misa Mayor. En ella seis presbíteros y otros tantos acólitos suben al altar y depositan jarrones con ramos de espigas al Santo Sacramento expuesto sobre el altar. En la celebración de la Octava del Corpus se introduce una ligera variante, al participar el Rector del Colegio ofreciendo un jarrón de plata con flores naturales. El fundamento bíblico de esta devota celebración es explicado por el Patriarca:

“Ordenó el Santo Moysés que después de haber fabricado el altar, mandase que doce personas una de cada Tribu, ofreciese en él, como lo hicieron. Todo lo cual era símbolo de lo que debían hacer en el Altar de la Nueva Ley, en que se ofrece la Carne y Sangre del Jesucristo nuestro Señor y Redentor”.

La ceremonia, sencilla y muy refinada, discurre con una ritmo pausado y severo. Los oferentes realizan una serie de reverencias y prosternaciones según van subiendo las gradas del presbiterio y se aproximan al altar donde depositan el ramo. Es un acto lleno de piedad que mueve a devoción.


https://www.youtube.com/watch?v=k-2essVqYmY

El canto del Alabado tiene lugar al final del oficio de la mañana. Se inspira en la visión de San Juan recogida en el capítulo 4 del Apocalipsis. En él describe a los veinticuatro ancianos sentados alrededor del Trono de Dios rodeado de los cuatro vivientes que incesantemente alaban a Dios. Cuatro sacerdotes seguidos de cuatro acólitos con incensarios suben al altar. Desde el coro, una voz sin inflexiones recita nueve veces “Alabado sea el Santísimo Sacramento” mientras sacerdotes y acólitos acompasan con reverencias o genuflexiones en su ascenso al altar. Delante del altar los sacerdotes inciensan el Santísimo mientras el severo canto acompañado de un tenue registro de órgano rompe con el Laudate Dominum omnes gentes.




La Procesión de la Octava del Corpus es una de las grandes fiestas del Colegio. Terminado el rezo de Vísperas y Completas, se celebra una procesión por el claustro del Colegio. Esta procesión que puede parecer sencilla, se reviste de gran solemnidad y ceremonia:

“Item, que desde que saliere la procesion, hasta que torne a entrar, vayan dos Colegiales los más antiguos con sus sobrepellizes, dentro de la procesión, uno a cada lado, llevando cada uno de los dichos Colegiales una de las cestillas de plata que dexamos para esto, con flores naturales las quales yran esparziendo delante del SANTISSIMO SACRAMENTO, las que bastaren para seis passos del Sacerdote que le llevare, a imitación de lo que ordenó el Santo Rey David en la procession que se hizo con el Arca del Testamento, llevándola desde casa de Obed-edon a la ciudad de David; conviene a saber, que de seys en seys passos se ofrecieron sacrificio. Y que para esparzirlas se hinquen de rodillas, esparciendo de una vez lo que bastare para seys passos; de manera que como fuere andando el Sacerdote, las vaya pisando. Y que esto continue hasta acabar la procession.”




A pesar de que las Constituciones prohíben expresamente la celebración de bailes y autos sacramentales dentro de la iglesia, su sensibilidad humanista le permitía entender la importancia de la expresión de las emociones a través del gesto y del baile. Por ello, a diferencia de otros obispos coetáneos mucho más severos y rigurosos, no veía con suspicacia la celebración de determinados bailes al principio o al final de las celebraciones religiosas. Para solemnizar y engrandecer más si cabe la fiesta de la Octava del Corpus introduce el baile de Seises, que a semejanza del rey David ante el Arca de la Alianza, danzan en el presbiterio y en determinados puntos del claustro delante del Santísimo. Esta costumbre desaparecida en el año 1816, fue recuperada hace unos años. Lamentablemente este año se ha suprimido.


Seises bailando ante el Santísimo en la Octava del Corpus. Fuente: http://anthropotopia.blogspot.com.es/

 No exageramos si decimos que todas estas celebraciones, que aún se llevan a cabo en este Colegio, son un tesoro de la liturgia cristiana. Podemos decir, sin miedo a exagerar, que nos encontramos ante uno de los cultos más sublimes, refinados y excelentes tributados al Santo Sacramento de la Cristiandad. Los frutos espirituales de esta fundación a día de hoy todavía son visibles, a pesar de los cambios litúrgicos llevados a cabo en el ritual después del Concilio Vaticano II. El espíritu de devoción con que el Patriarca impregnó cada rincón y cada celebración de la Capilla del Colegio se mantiene presente entre sus muros.


Celebración de Vísperas Solemnes. Fuente: http://www.archivalencia.org/

No todos los cristianos son capaces de percibir o comprender la importancia que tiene la dignidad y la excelencia en la celebración cultual. La magnificente fundación de la Capilla del Corpus Christi es la historia de una vida consumida por el celo de crear una excelsa morada terrena para el Altísimo donde los hombres, a semejanza de las jerarquías celestiales, podamos tributar un culto digno y excelso al Creador. 


Juan de Ribera, por Juan Sariñena, 1607.


A.R.

Bibliografía:

BENITO GOERLICH, Daniel: "San Juan de Ribera mecenas del arte" en Studia Philologica Valentina, Vol. 15, n.s. 12 (2013) pp. 49-86.

RIBERA, San Juan de: Constitvciones de la Capilla del Colegio y Seminario de Corpvs Christi. Valencia, 1605. http://62.43.191.38/ArchivoDigitalHIS/130/#p=1 (última consulta 23/07/2016)