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10/11/18

LAS ESTACIONES PENITENCIALES. 1ª PARTE: EL SIGLO XVI Y XVII





Introducción

    Definimos procesión como la acción de una comunidad de fieles que camina desde un lugar santo hacia otro. Las procesiones recuerdan al fiel que el paso por esta vida es el de un peregrino hacia la tierra prometida de la eternidad. También recuerdan que nuestro particular “éxodo” no lo hacemos en solitario, sino en comunidad. En ellas los fieles se sienten hermanados unos con otros; por ello no es casual que la práctica religiosa por excelencia de las hermandades sean las procesiones. Es frecuente que en las procesiones se realicen paradas o estaciones.

   La palabra estación (del latín statio) hace referencia a las paradas que se realizan para rezar una breve oración. Significa también “estar en guardia o en vela”, actitud imprescindible en la vida del cristiano, la cual se enfatiza en la Cuaresma.

    Después del edicto de Milán (313), el cristianismo pasó de la clandestinidad a la oficialidad, y es en este momento cuando debieron aparecer las primeras procesiones. Este tipo de celebraciones no es nuevo, pues ya están presentes en todas las culturas antiguas, en Grecia, Egipto, Roma ... incluso en el judaísmo (recordemos el periplo del Arca de la Alianza desde Moisés hasta que Salomón construyó el templo de Jerusalén).

   En los escritos de la monja gallega Egeria de su viaje a Tierra Santa (381-384) describe las estaciones que se celebraban en Jerusalén en las principales jornadas de Semana Santa. Los fieles recorrían los principales lugares de la Pasión, en los que se realizaban diferentes oraciones.

Santo Sepulcro de Jerusalén.

    No podemos pasar por alto la importancia que tuvo la liturgia estacional de la Cuaresma de la corte pontificia de Roma, señalada por algunos como fundamento de las procesiones de Semana Santa1 . Las celebraciones estacionales de Cuaresma aparecen en Roma en el siglo IV y se consolidan en los siglos siguientes, celebrándose ya con relevancia en los siglos V y VI. Estas celebraciones cuaresmales, celebradas inicialmente los viernes y miércoles (días de ayuno) consistían en la reunión de la asamblea de fieles en una iglesia determinada a la hora nona. Desde allí el Papa en unión con el pueblo, manifestaba de forma solemne la naturaleza penitencial de los días de Cuaresma haciendo una procesión guiada por una cruz en la que se cantaban salmos penitenciales y las letanías. La procesión concluía en una iglesia donde se celebraba una Misa Estacional. Tanta trascendencia tuvo la liturgia estacional que fue incluida en el Misal de San Pío V conservándose su reseña hasta el siglo XX, desapareciendo definitivamente en el Misal de Pablo VI. La trascendencia de la liturgia estacional fue tan importante que es frecuente encontrar en los documentos antiguos la expresión “andar las estaciones” o “estaciones” como sinónimo de procesión.

    Esta práctica estacional, cuyos orígenes acabamos de exponer, desemboca en diferentes prácticas piadosas conmemorativas de la Pasión del Señor, como son las estaciones de penitencia, es decir, las procesiones de Semana Santa, y otras como los Vía Crucis, cuya forma tradicional basada en 14 estaciones se fija en torno al siglo XVIII y se populariza posteriormente. En este artículo vamos a conocer cómo eran las estaciones penitenciales de los siglos XVI y XVII.

1. Primeros itinerarios estacionales en España

     Los primeros itinerarios piadosos conocidos en Europa tratan de emular la experiencia vivida por los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. En su retorno, trataban de levantar itinerarios piadosos con las principales estaciones de la ciudad Santa (el Getsemaní, el Pretorio, el Calvario...). En España el primero conocido fue el levantado en 1421 por el Beato Álvaro de Córdoba O.P. (Zamora, 1360-Córdoba, 1430) en el cenobio de Scala Coeli, situado a diez kilómetros de Córdoba Basándose en la semejanza orográfica de la sierra con la de Jerusalén, construyó una especie de Sacromonte en el que se recreaba el entorno natural de los principales espacios donde acaeció la Pasión (el Huerto de los Olivos, el valle del Cedrón, el Calvario...). Más conocido, y en estrecha relación con las cofradías de Semana Santa, es el Vía Crucis instituido en Sevilla por Fabrique Enríquez de Ribera, I Marqués de Tarifa en 1521 tras un viaje a Tierra Santa. El itinerario parte de su palacio (popularmente conocido como “Casa de Pilatos”) y recorre los 1321 pasos que distan del pretorio al Calvario, representado en un antiguo Humilladero extramuros pegado al camino de Carmona, junto al acueducto romano que suministraba de agua a la ciudad. Esta sencilla construcción fue levantada en 1482 y parece ser que vino a sustituir una antigua cruz de madera erigida por la Hermandad de los negros. La cruz se convirtió en epicentro penitencial de la Cuaresma sevillana. A ella acudían devotos y disciplinantes de forma más o menos organizada, y frailes de todas las órdenes que con sermones encendían la devoción de los fieles allí congregados. Estas piadosas estaciones fueron el germen de las Cofradías de disciplina que a partir del siglo XVI empezaron a celebrar estaciones penitenciales los principales días de la Semana Santa. Nacen así las primeras procesiones penitenciales de Semana Santa.

Beato Álvaro de Córdoba
Disciplinantes y penitentes en el entorno de la Cruz del Campo. Ánonimo sevillano, siglo XVII. 
La cofradía del Polígono de San Pablo haciendo Estación en la Cruz del Campo en el año 2006. Foto: Julio Domínguez Arjona/http://www.galeon.com/juliodominguez/


2. El “Monumento” de Semana Santa y la liturgia estacional

     La liturgia estacional de Semana Santa está determinada en origen por el culto eucarístico del Monumento donde se guarda la reserva eucarística después de la Misa in cena domini del Jueves Santo. Desde el paleocristiano, el Viernes no se celebra Misa, pues los oficios se centran en la Cruz del Señor, de forma que esta jornada se comulga con la reserva de la Misa del Jueves. A partir del siglo X, la progresiva piedad eucarística hizo que la reserva Eucarística empezara a cobrar una mayor solemnidad. Algunos liturgistas medievales vieron en la reserva Eucarística la deposición de Cristo en el sepulcro; es entonces cuando aparecen los primeros “Monumentos” (cuyo significado etimológico es “sepulcro”) y la costumbre de visitarlos mientras la reserva permanecía en ellos: desde la tarde del Jueves Santo hasta los Oficios del Viernes. Esta piadosa costumbre fue beneficiada con numerosas indulgencias y popularizándose la visita de fieles, algunos de ellos disciplinándose, que de iglesia en iglesia realizaban un itinerario urbano por las principales templos de las localidades. Estos fieles fueron poco a poco organizándose en Cofradías, dando así inicio a las primeras cofradías de Semana Santa.

Monumento de Semana Santa de Chañe (Segovia). Foto: http://historico.radiosegovia.com


3. Las primeras cofradías

     En la segunda mitad del siglo XV aparecen las primeras cofradías penitenciales de Semana Santa, que suelen estar constituidas bajo la Vera Cruz o de la Preciosísima Sangre (las primeras más propias de la antigua Corona de Castilla, las segundas de la antigua Corona de Aragón), o bien bajo otra advocación de Pasión. Estaban compuestas por dos colectivos humanos, los “hermanos de sangre” y los “hermanos de luz”, los primeros se fustigaban la espalda con flagelos y los segundos portaban una vela o un hacha. Todos los Cofrades aseguraban su anonimato bajo una túnica con capirote de lino blanco, aunque en ocasiones los de luz vestían con similar hábito pero de negro. Estas cofradías penitenciales fueron las primeras en realizar procesiones penitenciales en Semana Santa, llamadas también “procesiones de sangre”.

Fresco medieval con disciplinantes. Foto: http://lastunicas.blogspot.com.es/


    Los grandes propagadores de la práctica de la disciplina fueron los frailes franciscanos y los dominicos. San Vicente Ferrer O.P. (Valencia, 1350-Vannes, 1419) fue uno de los grandes impulsores de las cofradías de disciplinantes en los territorios castellano y aragonés. Por otro lado, los franciscanos, guardianes de los Santos Lugares, propagaron con especial ahínco la devoción a la Pasión de Cristo a través de las reliquias de la verdadera Cruz (la Vera Cruz), abrigando en su seno la fundación de las primeras cofradías de la Vera Cruz2. Al culto a la Cruz se le suma la devoción a las Cinco Llagas, iniciada por San Francisco de Asís después de haber recibido, en un éxtasis místico, estos estigmas en su cuerpo. Fueron los franciscanos los grandes propagadores de esta devoción que arraigó con gran fuerza en las primitivas cofradías de la Vera Cruz, siendo empleado con frecuencia el emblema de las cinco llagas como escudo de estas corporaciones (junto a la Cruz verde en el Calvario). Además, en muchas ordenanzas, se especifica que cada hermano debía llevar el escudo de las Cinco Llagas en el pecho del hábito penitencial. Como veremos más adelante, esta devoción también fijó el número de estaciones, cinco, que debía realizar cada hermandad la noche del Jueves Santo.

Disciplinantes de la Vera Cruz de Puente Genil (Córdoba). Anónimo siglo XVI. http://perfilesmontillanos.blogspot.com.es/


     La finalidad de estos piadosos recorridos procesionales era el ejercicio de la penitencia por medio de la disciplina física en una larga procesión en la que se realizaban diferentes estaciones. En la documentación aparece la expresión “andar las estaciones”, es decir, hacer estaciones en diferentes iglesias y allí hacer una visita ante el Santísimo en el Monumento. Las reglas fundacionales de la Purísima Sangre de Gerona (redactadas en 1568 y aprobadas el año siguiente por Felipe II) dejan bien claro que su finalidad es aglutinar a aquellas personas devotas que en Jueves Santo se disciplinan y visitan los Monumentos de las diferentes iglesias de la ciudad3.

Procesión de disciplinantes.
     En muchas ordenanzas del siglo XVI se especifica que el horario de salida debía ser la noche del Jueves Santo y que el cortejo debía recogerse pasada ya la media noche, para poder así obtener las Indulgencias. Aunque no se mencione el origen de estas indulgencias, debe tratarse de aquellas concedidas por Pablo III en el “Vivae vocis oraculo” en 1536 a petición de la Vera Cruz de Toledo gracias a la mediación del Cardenal don Francisco de Quiñones. Este documento sirvió de sostén espiritual a la hermandad, gracias a la posibilidad de obtener las mismas Indulgencias que si visitaran Roma en Viernes Santo para aquellos hermanos de la Santa Cruz que, en estado de gracia y habiendo comulgado, participaran en una procesión del Viernes Santo portando velas o disciplinándose. Este documento, en principio dirigido a los cofrades toledanos, se expandió rápidamente por todo el territorio castellano y fue asimilado por otras cofradías de disciplina similares.

     El esquema procesional era bastante uniforme y apenas se aprecian diferencias de organización interna ni formal entre una Cofradía de Toledo y una de Andalucía. Un requisito indispensable para poder participar en la estación penitencial era la confesión y la comunión (condición indispensable para poder obtener la indulgencias del vivae vocis oraculo). Los hermanos se congregaban ya vestidos en un lugar determinado, que bien podía ser un hospital, capilla o ermita de su propiedad. Desde este lugar se organizaba la procesión y los hermanos de sangre empezaban a flagelarse. En pequeñas poblaciones la comitiva se dirigía a la iglesia, donde recogía los pasos y al clero parroquial. Allí la comitiva hacía la primera de las estaciones ante el Monumento antes de salir a la calle. Una vez en la calle el cortejo dirigía sus pasos en busca de diferentes iglesias donde hacer las correspondientes visitas ante el Santísimo, que en ocasiones ya estaban fijados en sus reglas. Las estaciones solían consistir en una sencilla humillación de cada hermano ante el Monumento, de forma que no se interrumpiera el tránsito de la comitiva por el interior del templo. Una vez realizadas las Estaciones, la comitiva terminaba en la iglesia de salida, se dejaban los pasos y seguidamente se curaban las heridas de los “hermanos de sangre”, con bálsamos preparados por la propia cofradía.

     El itinerario de estas estaciones era generalmente largo y fatigoso, no exento de subidas y bajadas, que en muchas ocasiones, especialmente en pequeñas poblaciones, transitaba fuera del casco urbano. La Cofradía de la Soledad de Huete (Cuenca) realizaba una procesión el Viernes Santo a una legua4 o dos fuera de la ciudad5.

Fresco de un disciplinante y un nazareno (con cruz al hombro y soga al cuello). Ermita de Nuestra Señora del Otero de Vizbayo (Ponferrada, León). Foto: LORENZO ARRIBAS, José Miguel/https://cvc.cervantes.es


     El número de estaciones solía estar fijado en las reglas. Un húmero muy habitual de estaciones era el de cinco, en memoria de las cinco llagas, cuyo emblema llevaba cada hermano sobre el pecho de la túnica. La Vera Cruz de Sevilla fijaba en sus ordenanzas de 1538 la realización de cinco estaciones: al salir de su capilla (radicada en el convento de San Francisco) realizaba estación en la iglesia del convento de San Francisco, la Catedral, el Salvador, la Magdalena y la iglesia del Convento dominico de San Pablo6. Las reglas fijaban además que debía salir a las diez de la noche y no volver hasta pasadas las doce para poder ganar así las gracias concedidas para aquella noche7. En las reglas de 1578 de la Cofradía de la Santa Cruz en Jerusalén (El Silencio), se establece en sus primeros capítulos la realización de la Estación de Penitencia, que salía en torno a la hora sexta y visitaba cinco sagrarios de iglesias cercanas a su sede8. La pervivencia de estas cinco estaciones superó incluso las disposiciones del Cardenal Niño de Guevara de 1604, en las que obligaba a todas las cofradías a realizar una única estación en la catedral: en las reglas aprobadas en 1783 se prescribe todavía la realización de cinco estaciones, cuatro ante el Monumento catedralicio (transitando por las cuatro caras del mismo) y una quinta en el Monumento de la iglesia del Convento de San Antón Abad9, templo desde el que salía y se recogía la cofradía.

Antiguo Monumento de la Catedral de Sevilla, diseñado en 1545 por Antonio Florentín. Foto: https://www.patrimoniodesevilla.es


Cofradía del Silencio (Sevilla) haciendo Estación ante el antiguo Monumento de la Catedral. Foto: http://www.elpasadodesevilla.com/


     En Málaga los estatutos de la Cofradía de la Sangre (1507) ordenaban que se hiciera procesión “como ha sido uso y costumbre hasta aquí” saliendo de la desaparecida iglesia del convento de la Merced (que por aquel entonces se encontraba extramuros). Desde allí “andaban las estaciones” en remembranza de la Pasión de Cristo visitando cinco templos de la ciudad: el Monasterio de la Victoria, la parroquia de Santiago, la Catedral, la parroquia de San Juan y la de los Santos Mártires. Desde esta última volvían al convento de la Merced10.

     Aunque estaba muy asentada la costumbre de realizar cinco estaciones su número podía variar. Algunas corporaciones elevaban el número de estaciones a siete11. Sirvan de ejemplo las Reglas de 1558 de la sevillana Hermandad de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo (actualmente conocida como Hermandad de la Trinidad)12 y las de la Vera Cruz de la Peraleja (Cuenca), fechadas en 156613. La Hermandad de las Angustias de Granada fijaba en sus reglas la realización de nueve estaciones la tarde del Jueves Santo (la Magdalena, la Trinidad, la Catedral, San Gil, el convento de San Francisco “Casa Crande”, Santa Escolástica, Santa Cruz la Real, San Matías y su propio templo)14.

    En el caso de poblaciones pequeñas con una parroquia, las estaciones se celebraban en el Monumento de la parroquia antes de salir del templo y después de entrar, mientras que el resto se realizaban en cruces, calvarios o ermitas del extrarradio. Sirva de ejemplo la Vera Cruz de Sigüenza (Guadalajara), cuyas ordenanzas fechadas en 1562 fijaban detalladamente el desarrollo de la estación penitencial y las visitas que debían realizar a Monumentos y ermitas. El cortejo iniciaba su recorrido en la parroquia de San Pedro de la Catedral, pasaba por el claustro y de aquí a la Catedral, donde se hacía la primera estación ante el Monumento. Una vez fuera del recinto catedralicio la comitiva bajaba a la iglesia de Santa María de los Huertos, extramuros de la ciudad, donde los hermanos entraban y hacían una humillación ante el Monumento. Desde aquí discurría la comitiva a la ermita de San Lázaro donde se verificaba la tercera estación, para dirigir sus pasos al recinto de la ciudad hacia la parte alta, haciendo estación ante el Monumento en la parroquia de Santiago. La comitiva después se encaminaba hacia la Plaza Mayor y entraba en la Catedral, donde volvía a hacer estación ante el Monumento. Finalmente la comitiva se adentraba en el claustro y de aquí a la parroquia de San Pedro donde concluía el acto15.

Procesión del Viernes Santo de Bercianos de Aliste (Zamora). SANZ LOBATO, Antonio/http://www.diputaciondezamora.es
     Un caso bastante interesante acerca del número de estaciones en función de las posibilidades de las diferentes localidades lo encontramos en las cofradías nazarenas que bajo la advocación de la Santa Cruz de Jerusalén se fundaron en el siglo XVII a imitación de la cofradía homónima de Sevilla, hoy conocida popularmente como “El Silencio”. La fama y prestigio que alcanzó la corporación hispalense desde principios del siglo XVII propició la fundación de cofradías nazarenas que tomaban como modelo las reglas de 1578 que antes citamos, pero modificando ciertos capítulos para adecuarlos al ámbito en que se desenvolvía la cofradía. Una de estas modificaciones afecta a la forma en que debían desarrollarse las Estaciones de Penitencia. Sirva de ejemplo la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de las Cabezas de San Juan (Sevilla), cuyas reglas más antiguas fueron aprobadas en 1669. El capítulo XIII, dedicado a la Estación de Penitencia, especifica que ante la falta de “sagrarios” en los que hacer estación, la cofradía saldría de la ermita de San Roque, haría estación ante el Monumento de la parroquia de San Juan, se encaminaría después a la ermita de la Vera Cruz, para volver a su ermita donde debía recogerse una hora después de la salida del sol16.

4. Arquitectura estacional: calvarios, cruces, ermitas y humilladeros

     La relevancia de las estaciones penitenciales propició la construcción de hitos estacionales por parte de las propias cofradías. La tipología es rica y variada, desde sencillas cruces de hierro forjado adosadas en fachadas, (como las que construyó la Vera Cruz de Olivares17 -Sevilla- para efectuar las cinco estaciones), hasta calvarios a las afueras de las poblaciones, cruces, capillas urbanas, ermitas o humilladeros18 apartados de la población con mayor o menor complejidad arquitectónica y decorativa. En ocasiones se recurría también a los altares efímeros19. También se dieron con mucha profusión los vía crucis, asociados a veces a las construcciones antes mencionadas.

     Por ejemplo, la Vera Cruz de Yebes (Guadalajara) hacía estación la noche del Jueves Santo en la cruz de las eras (debe tratarse del lugar donde se levantaba la ermita de San Sebastián), en el Calvario y a la ermita de la Soledad, para encaminar sus pasos al punto de partida, la iglesia parroquial20. La ermita de la Soledad, de la cual era propietaria, existía ya en 156121, mientras que el calvario fue levantado por la propia cofradía en 166122 al lado de la ermita.

Ermita de la Soledad de Yebes (Guadalajara)

     Dentro de la tipología de capilla estacional destacan por su calidad y singularidad las tres levantadas por la cofradía del Socorro de Antequera que marcaban las estaciones de su anual desfile la mañana del Viernes Santo. Presentan la peculiaridad de ser abiertas y en tribuna, sirviendo de anual púlpito al predicador ante la multitud. Son interesantes construcciones de estilo barroco antequerano, siendo la más interesante y conocida de las tres la de la plazuela del Portichuelo (1775).

Capilla de la Plaza del Portichuelo, Antequera (Málaga)

      En la zona de Castilla destacan por su abundancia las ermitas bajo una advocación de Pasión, como la Vera Cruz, la Soledad, las Angustias o el Santo Cristo. Es común llamarlos humilladeros, pues ante ellos los caminantes y cofrades hacían una pequeña humillación o parada. Por lo general se levantan a las afueras de las localidades, junto a un camino. A la finalidad estacional de estas pequeñas y recoletas construcciones en ocasiones se suma la de albergar los pasos e insignias de las cofradías penitenciales, que días antes de Semana Santa son trasladados a la Iglesia. La Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid levantó a sus expensas un humilladero extramuros en 1498, conocido como “de la Cruz”, o también “de la Puerta del Campo” por ubicarse cerca de ella. Como señala Martín de la Uña23, fue el primer templo propio de la penitencial, levantado un siglo antes que la iglesia penitencial, donde hacía una de las estaciones la cofradía en su anual procesión de penitencia la tarde del Jueves de la Cena24. La Cofradía de la Pasión de la misma ciudad tenía también otro Humilladero, al otro lado del Pisuerga.

El desaparecido Humilladero de la Vera Cruz de Valladolid en el plano de Diego Pérez (1787). Foto: https://www.valladolidweb.es/valladolid/loqueyanoesta/

     La finalidad estacional de estas pequeñas construcciones definió una tipología frecuente en algunas zonas de Castilla, que podemos denominar “ermita estacional”, cuya principal característica son las puertas geminadas o la doble puerta (una en el frente y otra en un lateral) para gestionar la entrada y la salida de la comitiva. Esta tipología quedó tan íntimamente ligada a la construcción de ermitas, que incluso se mantuvo en iglesias parroquiales cuyo origen se remonta a una ermita. Las fachadas de las parroquias de la Magdalena y el Salvador de Valladolid mantuvieron las características puertas geminadas (ambas construidas en el siglo XVI)25, posiblemente en recuerdo de su primitivo origen. En la misma ciudad, la asociación de esta tipología con los templos de cofradías penitenciales es todavía evidente en la fachada de la antigua iglesia penitencial de la Cofradía de la Sagrada Pasión (hoy sala Municipal de Exposiciones) levantada en el último tercio del siglo XVII.

Iglesia de la Magdalena, Valladolid.
Iglesia del Salvador, Valladolid
Fachada de la antigua iglesia de la Pasión, Valladolid.


      La asociación de ermita y Calvario en un entorno próximo se da con frecuencia en muchas poblaciones castellanas. De hecho, en algunas ocasiones el Calvario se encuentra en el atrio de la ermita, frente a la fachada principal, como puede verse en la ermita del Humilladero de Medinaceli (Soria) o en Villalba de los Alcores (Valladolid). Son también habituales la existencia de vía Crucis, señalizando las catorce estaciones con cruces de piedra, siendo la ermita inicio o final del itinerario. Un elemento que pasa desapercibido y que está en relación con su uso estacional, son los anditos perimetrales que rodean el edificio. Parece ser que era práctica habitual en las estaciones penitenciales en el ámbito rural castellano rodear la ermita al hacer estación en ella. Esta costumbre se mantiene todavía viva en algunos pueblos de Guadalajara, pero debió ser norma común, ya que la gran mayoría de ermitas penitenciales se encuentran a las afueras, en llano y sin ninguna construcción adosada (aunque en siglos posteriores se hayan añadido). En el mejor de los casos se conserva un perímetro empedrado de 1,5-2 metros de anchura.

Humilladero de Medinaceli (Soria)
Humilladero de Villalba de los Alcores (Valladolid)


5. Conclusión

     Entre los siglos XVI y XVII se gestan dos formas de itinerarios estacionales pasionistas que tienen un origen común: por un lado las vías sacras o vía crucis, que imitan la vía dolorosa que realizó el Señor desde el Pretorio hasta el Calvario cargando con la cruz, y que desembocan en vía crucis o sacromontes (como las famosas Vías Sacras de Granada, la Cruz del Campo en Sevilla, o muchos otros vía crucis existentes a las afueras de numerosas poblaciones españolas) y que con el devenir de los siglos se concreta en la práctica del rezo del Vía Crucis con sus 14 estaciones. Éstas se podían celebrar en cualquier momento del año, aunque solían tener mayor importancia los Viernes, especialmente de Cuaresma y el Viernes Santo, de participación libre, con una mayor o menor organización (había incluso hermandades). Por otro lado las Estaciones de Penitencia, que son las expuestas en este trabajo, que son las procesiones de Semana Santa, que solo se celebran durante esta semana, originalmente el Jueves, posteriormente con el aumento de cofradías el Viernes, la madrugada del Viernes hasta irse ampliando poco a poco al resto de días de Semana Santa, desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo.

    La motivación de las primitivas estaciones de penitencia era la imitación de los dolores de Cristo en su Pasión en remisión de los pecados a través de la mortificación física de la disciplina y el itinerario procesional. Eran actos penitenciales muy duros, con largos recorridos, con subidas y bajadas, que en ocasiones podían ser de varios kilómetros y transitar por caminos fuera del casco urbano. Si a ello añadimos otros factores como el mal estado de los caminos, la nocturnidad y la dureza del clima, nos encontramos ante un cuadro extremadamente sombrío que incitaba al recogimiento y al temor.

    Desde su origen, estas comitivas eran presididas por un Santo Cristo de pequeñas dimensiones portado a mano. Con el paso del tiempo, estas imágenes empezaron a adquirir mayor tamaño y protagonismo. En el siglo XVI aparecen Crucifijos de tamaño natural realizados en “papelón” que aligeraban sustancialmente su peso y facilitaban su transporte. En la primera mitad del siglo XVI aparecen los primeros pasos procesionales llevados a hombros, compuestos por una imagen o por escenas que servían como “composición de lugar” al hermano de luz y de sangre que participaba en la procesión y al fiel que contemplaba la comitiva. Hasta el Concilio de Trento éstos presentan un papel secundario frente a la práctica de la disciplina.

     En las últimas décadas del siglo XVI empieza ponerse en práctica un nuevo concepto de procesión penitencial que dará lugar a lo que ha venido a llamarse “cofradía barroca”, convirtiéndose el piadoso ejercicio penitencial en una suerte de cortejo fúnebre en el que a través de los pasos se representan las diferentes escenas de la Pasión. Aunque la disciplina se mantuvo hasta el siglo XVIII, ésta perdió importancia en favor de los pasos.


A.R.S.




1 - CAMPA CARMONA, Ramón de: “Las Estaciones Penitenciales, expresión religiosa de la Semana Santa”, en Boletín de las Cofradías de Sevilla, 506 (2001), pp. 140-142. CAMPA CARMONA, Ramón de: “Las Estaciones de Penitencia en la Cuaresma romana”, en Cabildo. Semana Santa en Murcia (2015), pp. 79-84.
2- MESEGUER FERNÁNDEZ, Juan: “Las Cofradías de la Vera Cruz. Documentos y notas para su historia”, Archivo Iberoamericano. Estudios históricos sobre la Orden franciscana en España y sus misiones, 109-110 (1968), pp. 199-213.
3- Las ordenanzas dicen: “y en dita ciutat hia moltas personas devotas, que quiscum any en lo dia del Dijous Sant y en remissiò de sos pecats y en conmemoraciò de la Passió y Sanch Sacratíssima de JesuChrist, se disciplina cercant los moniments, lo nombre y devoció dels quals se te per cert anirá creixent y aumentant, si en la Iglesia y Monastir del Cárme, confore está en Barcelona en San Francesch, está instituida y fundada, y perpetuada la dita Santa Confraría de la Sanch e Jesu-Christ”. Cfr. GIRBAL, Enrique Claudio: “Noticias sobre los antiguos gremios y Cofradías de Gerona”, Revista de Gerona, vol. XI (1887), p. 4.
4- Una legua viene a ser la distancia recorrida a pie durante una hora, aproximadamente unos 5,5 kilómetros.
5- En un escrito de protesta de los propietarios de la capilla de Fray Ambrosio Montesino del Monasterio de San Francisco de Huete contra el Cabildo de Nuestra Señora de la Concepción y de la Soledad fechado el 26 de julio de 1574 se dice que “cada Biernes, el dicho cabildo saca las dichas ymáxenes y las llevan en procesión a los lugares de fuera de la dicha çibdad, a una legua y a dos, de donde podría venir grandísimo peligro”. Archivo Diocesano de Cuenca, Procedimiento y diligençias fechas a padimiento del mayordomo del cabildo de Nuestra Señora de la Conçeçión y Soledad de la çibdad de Huepte sobre la proçesión del Viernes Santo y llevar insinias en ella. Curia Episcopal, Leg. 749, nº 352, s.f., publicado en IBÁÑEZ MARTÍNEZ, Pedro Miguel: Orígenes de la Semana Santa de Cuenca (Siglos XVI-XVII), Cuenca, 2007.
6- SÁNCHEZ HERRERO, José; RODA PEÑA, José: “Muy Antigua, Siempre Ilustre, Venerable, Pontificia, Real, Fervorosa, Humilde y Seráfica Hermandad y Archicofradía de Nazarenos de la Santísima Vera Cruz, Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Tristezas de María Santísima”, Crucificados de Sevilla (Tomo I), Sevilla, 2002, p. 169
7- Posiblemente las reglas se referían a las indulgencias concedidas en el “ Vivae vocis oraculo” de 1536 de Pablo III, en el cual concedía a aquellos cofrades de la Santa Cruz que, habiendo confesados y comulgado, hicieran estación de penitencia el Viernes Santo, obtendrían las mismas indulgencias que si personalmente hubieran visitado Roma en la citada jornada.
8- GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Francisco: “Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, Archicofradía, Pontificia y Real de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y María Santísima de la Concepción”, Nazarenos de Sevilla (Tomo I), Sevilla, 1997, p. 244.
9 - Ibídem. p. 277.
10- MATEO AVILÉS, Elías de: “III. Las procesiones y cultos en los siglos XVI y XVII”, Semana Santa en Málaga. La Semana Santa Malagueña a Través de su Historia, Málaga, 1987, p. 47.
11- Este número esta cargado de simbolismo, pues siete son los Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, las Palabras de Cristo en la Cruz. Puede que su número esté en relación a la tradición de visitar siete monumentos en noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo que, parece ser, fue introducida en Roma por San Felipe Neri en el siglo XVI. Esta costumbre, que tenía como finalidad la unión del fiel a la Pasión del Señor, fue secundada por el papado, organizándose visitas en los Monumentos de las cuatro Basílicas Mayores (San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, San Pedro y San Pablo Extramuros) y las iglesias de San Sebastián, Santa Cruz y San Lorenzo extramuros. Esta costumbre se extendió rápidamente por todo el orbe católico. El porqué del número de visitas alude a los siete recorridos que realizó el Jesucristo en su Pasión: 1/ Desde el cenáculos al Getesemaní; 2/ del Getsemaní a la casa de Anás; 3/ de la casa de Anás al tribunal de Caifás; 4/ del tribunal de Caifás al pretorio, ante Pilatos; 5/ del pretorio al palacio de Herodes; 6/ del palacio de Herodes al pretorio; 7/ del pretorio al monte Calvario. Esta tradición ha pervivido hasta nuestros días, beneficiada con numerosas indulgencias.
12- BERMEJO Y CARBALLO, José, Glorias religiosas de Sevilla, Sevilla, 1882, p. 75.
13- “Y a la hora que el cabildo hordenare, salda la proçesión por manera que se goçe del Biernes Santo para ganar las yndulgençias; y baya cada uno con un çirio ençendido en la mano a las siete estaçiones que fueren señaladas por el cabildo, y buelban a la dicha yglesia”. La Peraleja (Cuenca), 7 de abril de 1566. Ordenanzas del Cabildo de la Vera Cruz, publicadas en IBÁÑEZ MARTÍNEZ, Pedro Miguel: Orígenes de la Semana Santa de Cuenca (siglos XVI-XVIII), Cuenca, 2007, p. 203
14 - PADIAL BAILÓN, Antonio: “Real Hermandad de las Angustias y Transfixión de Nuestra Señora y Santa Úrsula y Susana”, La Granada eterna, 21 de febrero de 2015, en web http://apaibailon.blogspot.com/2015/02/real-hermandad-de-las-angustias-y.html (última consulta 01/10/2018)
15- Cfr. ORTEGO GIL, Pedro: Historia de la Cofradía de la Vera Cruz de Sigüenza. Guadalajara, 2009, p. 179-180.
16- MAYO RODRÍGUEZ, Julio: “Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de las Angustias y San Juan Evangelista. Las Cabezas de San Juan”, Nazarenos de Sevilla (Tomo II), Sevilla, 1997, p. 87.
17- RODRÍGUEZ BABÍO, Amparo: “ Antigua y Primitiva Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Santa Vera Cruz Preciosa Sangre de Cristo de Jesucristo, Nuestro Padre Jesús atado a la Columna, Santísimo Cristo de la Salud y Nuestra Señor de la Antigua”, en Crucificados de Sevilla (Tomo IV), Sevilla, 2002, p. 136
18 - Este tipo de construcciones ha sido considerada por algunos estudiosos como “previacrucis”. C. Gil, en su ensayo España, ¿cuna del víacrucis?, señala este tipo de construcciones como el antecedente del vía crucis canónico de 14 estaciones que se divulgó por el orbe Católico a partir del siglo XVIII.
19 - FERNÁNDEZ SERRANO, Tomás: “Transcripción de la autorización por la que se crea en la villa de Tendilla la Cofradía de la Vera Cruz”, en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, 2 (1987), pp. 69-86.
20- GARCÍA LÓPEZ, Aurelio: Yebes. De los orígenes a la modernidad, Guadalajara, 2012, p. 160.
21- Ibídem, p. 206.
22- Ibídem, p. 160.
23- MARTÍN DE LA UÑA, J.: “El primer templo penitencial”, El Norte de Castilla, 7 de mayo de 2001, Valladolid. Citado en SÁNCHEZ RIVERA, José Ignacio; GONZÁLEZ FRAILE: Humilladeros de la provincia de Valladolid, Valladolid, 2003, p. 482.
24- SÁNCHEZ RIVERA, José Ignacio; GONZÁLEZ FRAILE: Humilladeros … Op. Cit., p. 483.
25- Ibídem, p. 11.