12/30/18

INFORME SOBRE LAS CAMPANAS Y SUS TOQUES DE LA PARROQUIA DE SANTO TOMÁS CANTUARIENSE DE ALCABÓN (TOLEDO)





1. Introducción

      Las campanas y sus toques son posiblemente una de las parcelas patrimoniales que entrañan mayor complejidad conservativa: por un lado está lo que podemos llamar el patrimonio material, la torre y las campanas y por otro lado el inmaterial, los toques, sin los cuales los primeros no tienen sentido. En los últimos años, gracias a una mayor sensibilización cultural y a la pérdida generalizada del toque manual, se está empezando a recuperar y conservar las campanas y sus toques. La primera labor de conservación es la documentación, de campanas, campanarios y toques, para tener registro de ellos y preservarlos de la desaparición.

        Resulta cada vez más lejano, por desgracia, aquellos momentos en que las campanas regían el día a día de ciudades y pueblos, marcando cada uno de los momentos de la jornada a través de los toques de oración, señalando con viveza los domingos y fiestas y anunciando la muerte de un vecino.
No son instrumentos al uso, son instrumentos con alma. Ya desde la Edad Media eran conscientes de su importancia, por eso se les bendecía (en principio solo por el obispo) y se le daba un nombre, como un miembro más de la comunidad. Su voz por tanto, en virtud de esta bendición, es oración, es más que un mensaje. Es por ello que los pueblos y parroquias se han identificado estrechamente con sus campanas y las hayan hecho sonar en todo tipo de circunstancias, especialmente en momentos difíciles, en los que el sonido de la campana actúa casi como intercesor.

     Por diferentes motivos la importancia de la que antaño gozaron los bronces ha ido progresivamente reduciéndose hasta casi desaparecer. Cada vez quedan menos campaneros, y por lo general los campanarios tocan de manera mecánica, sustituyendo las manos por martillos eléctricos y la capacidad creativa del campanero por un ordenador que mueve los martillos con toques estandarizados.

2. La torre campanario

      La torre campanario de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense es una obra prototípica del barroco toledano, cuya tipología se repite con frecuencia en la provincia y en otras localidades de Madrid y Guadalajara (que también pertenecían al arzobispado Primado) donde es tradicional la arquitectura en ladrillo. De planta cuadrada, se levanta a los pies del templo, en el lado del evangelio. Su base la componen dos hileras de sillares de piedra berroqueña, extraída posiblemente de la cercana sierra de Gredos. Sobre ella el fuste de la torre, horadado por algunas ventanas que iluminan el interior. Éste llega hasta la cornisa del templo. Sobre él se levantan dos cuerpos, siendo el superior el campanario. En cada uno de sus frentes se abre una tronera de medio punto, flanqueada por sendos resaltes verticales a modo de pilastras (elemento que se repite en esta tipología de torres). Corona la fábrica una cornisa moldurada de ladrillo sobre la que se levanta el tejado a cuatro aguas de teja árabe, en cuyo centro se yergue un sencillo chapitel rematado con orbe, veleta y cruz.



       El interior de la torre parece que fue reformado en los años ochenta (existe una inscripción en la cámara bajo el campanario que pone: “Lo izo/ Justino/ DE VILADA/ AÑO 1988”). Se accede a la torre a través de una puerta situada a los pies del coro, que da entrada a una pequeña estancia donde caen las cuerdas de las campanas para las señales diarias. En esta estancia empiezan las escaleras de subida, realizadas en obra, posiblemente en el citado año 1988. Las escaleras concluyen en una cámara situada bajo el campanario, que vienen a corresponderse con el primer cuerpo de la torre. Desde esta pequeña estancia se accede a través de una puerta metálica al último tramo de escaleras que conduce al campanario. Desde el campanario hay una escalera de gato que permite acceder al chapitel. En el centro el campanario hay una estructura de metal con sendas garruchas que orientan las cuerdas de la campana Gorda y Chica hasta la base de la torre. En la parte interior de las troneras se ha colocado una redes metálica que impiden el paso de palomas al interior de la torre. Esta medida de protección, aunque evita que las palomas ensucien el suelo del campanario, dejan fuera a las campanas.



      En fotografías antiguas se pueden ver los restos de una esfera sobre el ventanal de la campana “Gorda”, cuya maquinaria del reloj debió estar ubicada en una estancia, hoy desaparecida, localizada entre el tejado y el piso del campanario. Actualmente no queda ningún resto ni señal de la esfera ni de ninguna instalación de reloj mecánico.


3. Las campanas

      La torre cuenta con un conjunto compuesto por tres campanas, denominadas popularmente de menor a mayor “el campanillo”, “la Chica” y “la Gorda”. A continuación adjuntamos la ficha técnica de cada una de las campanas.



Nombre: Sagrada Familia, “Campanillo” (1)


Municipio: Alcabón (Toledo)
Edificio: Iglesia parroquial de Santo Tomás Cantuariense
Localización: Campanario
Diámetro: 52,5 Altura del bronce: 38 Borde: 5
Fundidor: Anónimo
Año: 1782
Descripción:
En el tercio se concentran las únicas inscripciones de la campana: invocación a la Sagrada Familia (“IHS MARIA JOSEP”) habitual en las campanas de los siglos XVII y XVIII y la fecha de fundición del bronce (“AÑO DE 1782”, con el 7 al revés). En el medio cruz en la parte exterior y una inscripción incisa en 09 (y posiblemente muy posterior a la fecha de fundición) de tipología industrial: “JESUS A.C.”
Asas:
Tres
Tercio:
(dos cordones)/
“IHS MARIA JOSEP AÑO 1782” (el 7 al revés)/
(dos cordones)
Medio:
(00) (Cruz con calvario)
(09) “JESUS A. C.”
Medio pie:
(cordón)/
(cordón grueso)/
(cordón)


Nombre: “Chica” o “Pequeña” (2)


Municipio: Alcabón (Toledo)
Edificio: Iglesia parroquial de Santo Tomás Cantuariense
Localización: Campanario
Diámetro: 85 Altura del bronce: 76 Borde: 6
Fundidor: Anónimo
Año: 1511 ó 1591
Descripción:
Campana gótica con una inscripción letra gótica minúscula en el tercio repartida en dos líneas: “#(Cruz)# #ecem#crucem#domini#fugite#partes#adverse#vicit#leo#tribu#juda# / #radix# #david# #alla#”. Presenta algunos errores ortográficos, la frase escrita de forma correcta sería Ecce Crucem Domini, fugite partes adversae, vicit Leo de tribu Juda, Radix David, Alleluia, que en castellano quiere decir: He aquí la cruz del Señor, huid fuerzas enemigas, venció el León de Judá, la raíz de David, Aleluya. Esta jaculatoria se atribuye a San Antonio, que la compuso para una pobre mujer que buscada ayuda contra las tentaciones del demonio. El papa Sixto V popularizó esta pequeña oración al mandarla colocar en la base del obelisco de la Plaza de San Pedro. Aparece con frecuencia en campanas góticas.
Tras la inscripción la fecha de fundición: “#ano# #m# d #ix# #i#”. Esta inscripción presenta una i latina entre la centena y la decena que dificulta la lectura correcta de la fecha. Parece que es una conjunción inserta entre los números romanos, de modo que la lectura literal del año es mil quinientos y once (1511). Pero, también parece que, al estar unida a la X entre la centena y la unidad, indica la decena, señalando que se trata del año mil quinientos noventa y uno. Estos tipo de errores al escribir en números romanos pueden aparecer en inscripciones antiguas (en la inscripción previa existen varios). Por tanto, preferimos no inclinarnos si es correcta 1511 ó 1591, nos atenemos al hecho concreto de que estamos ante un bronce del siglo XVI.
En el medio, en la parte exterior, la cruz con calvario, con los tres clavos y en la parte interior un “ihs”, monograma de Cristo y bajo este sendos relieves. Corona el relieve del interior una cruz de gajos, típica del final del gótico, alusión simbólica de la cruz como árbol de la vida, orlada por algunos improperios, como la lanza. Bajo la Cruz un relieve de un santo no identificado en una arquitectura de tracería gótica.
Asas:
Siete, como es habitual en las campanas góticas, el asa central sobresale notablemente sobre las restantes.
Tercio:
(dos cordones)/
“#(Cruz)# #ecem#crucem#domini#fugite#partes#adverse#vicit#leo#tribu#juda# /
(cordón)
#radix# #david# #alla# #ano# #m# d #ix# #i#”/
(cordón)
Medio:
(06)(ihs)/
(06)(Cruz)/
(06)(capilla con santo)/
(tres cordones)
(00) (Cruz con calvario)
Medio pie:
(tres cordones)
Pie:
(cordón)



Nombre: Santo Tomás Cantuariense, “la Gorda” (3)


Municipio: Alcabón (Toledo)
Edificio: Iglesia parroquial de Santo Tomás Cantuariense
Localización: Campanario
Diámetro: 106 Altura del bronce: 80 Borde: 7
Fundidor: LINARES E HIJOS, Eduardo
Año: 1888
Descripción:
Campana romana con inscripciones en tercio y en un cartucho ubicado en el medio. En el tercio la dedicación y la fecha: “DEDICADA A STO TOMAS CANTUARIENSE EN 1888”, Santo Tomás Cantuariense (o de Canterbury), es el santo al que se encuentra dedicada la iglesia parroquial. En el medio (06), en un cartucho coronado por una custodia: “EDUARDO LINARES E HIJOS/ ME HICIERON SIENDO CURA/ PROPIO D ANDRES MAROTO Y/ RODRIGUEZ MAYORDOMO DE/ FCA D NICANOR CAMAÑO ##”, es decir, Eduardo Linares e Hijos me hicieron siendo cura propio don Andrés Maroto y Rodríguez; mayordomo de fábrica don Nicanor Camaño”.
Asas:
Siete
Tercio:
(cordón)
(dos cordones)
(cordón)
“DEDICADA A STO TOMAS CANTUARIENSE EN 1888”
(cordón)
(dos cordones)
(cordón)
Medio:
(06)(Custodia)/
(06)(en cartucho: “EDUARDO LINARES E HIJOS/ ME HICIERON SIENDO CURA/ PROPIO D ANDRES MAROTO Y/ RODRIGUEZ MAYORDOMO DE/ FCA D NICANOR CAMAÑO ##”)
(00) (Cruz con calvario)
Medio pie:
(cordón)/
(cordón)/
(dos cordones)/
(cordón)/
(cordón)

        El conjunto presenta una tipología habitual en Castilla: dos campanas grandes (desde el norte hasta Madrid y Guadalajara es frecuente que estas sean romanas) y una o dos pequeñas, llamados campanillos o cimbalillos. La diferencia de tamaño facilita la percepción sonora de las cada campana y asocia su tamaño según una organización jerárquica en función de la importancia del mensaje que se quiere transmitir. Al ser dos las campanas, actúan a modo de “macho” y “hembra”, idóneas para el repique, y destacando la grande (el “macho”) en solitario para determinados toques de importancia. Una peculiaridad de Alcabón (que no es exclusiva, pues en el vecino pueblo de Santa Olalla también aparece) es que la campana “Gorda” es romana, mientras que la “Chica” es de perfil esquilonado. Las campanas romanas presentan un perfil mucho más abombado y su sonido es más ronco y seco. Lo frecuente es que o las dos sean romanas o de perfil esquilonado, pero no una de cada. El campanillo participa un tanto aparte de las campanas, para toques diarios (como Misa primera) oficios menores o toques vinculados con la muerte de niños, por eso de que su timbre agudo recuerda a la Gloria a la que llegan inmediatamente después de morir sin necesidad de purgar sus pecados.
        Desconocemos la historia material de este conjunto, cuya trayectoria se puede seguir a través de los documentos parroquiales, pero queremos destacar un dato que nos facilitaron cuando documentamos las campanas: una de las tres campanas fue traída al pueblo en los años cincuenta. No supieron especificar de cuál se trataba, aunque sospechamos que ese bronce debía ser “la Chica”, pues su antigüedad es realmente inusitada.



4.Los yugos

        No podemos olvidarnos de los yugos, las estructuras de maderas en las que se anclan las campanas. Aunque puede considerarse un elemento secundario no lo es, pues junto al badajo, permiten que la campana pueda emitir su sonido. La hechura tradicional de los yugos es la suma de experiencias seculares que le han conferido una tipología y unas proporciones y elementos adecuados para el toque. En España existían diferentes tradiciones y formas de realizar yugos, siendo la forma toledana una de las más características, cuyas peculiaridades son fácilmente identificables. Aunque genéricamente los llamamos toledanos, utilizamos este gentilicio para referirnos de una forma global a todo el territorio que antiguamente abarcaba el arzobispado de Toledo, cuyos límites se extendían de Extremadura a Cuenca y de Guadalajara a Jaén. Aparte de estos territorios, este modelo tuvo también mucha difusión por territorios de otros obispados que estaban integrados en la antigua provincia eclesiástica toledana, como por ejemplo la diócesis conquense.


      Son yugos achatados, con ejes acodados, que realzan además la campana y la empotran en el brazo. Solían realizarse con tres piezas de madera, que debía ser de olmo (ulmus minor). El gran diámetro de sus ejemplares maduros y la dificultad de hendir sus fibras los convertían en unas maderas adecuadas para la fabricación de yugos siguiendo los patrones toledanos. Este tipo de yugos suelen estar compuestos por tres piezas de madera: el brazo, un contrapeso y el cabezal. El brazo es la pieza de mayor tamaño, en sus extremos se encuentran insertados en sendas acanaladuras los ejes acodados. El contrapeso es una pieza que va colocada sobre el brazo. El cabezal suele ser de menor tamaño que el contrapeso y va colocado sobre el contrapeso en sentido transversal, su función es sujetar los herrajes y abarcones de hierro que anclan la campana al yugo. El eje acodado y el empotramiento de de la campana en el brazo hacen que ésta se levante por encima del eje de rotación y participe en el contrapeso.


       Para su correcto equilibrado los yugos cumplen una serie de proporciones:
  • Altura yugo = altura campana (desde el hombro al labio).
  • Altura brazo = ½ altura campana.
  • Escotadura inferior del brazo= 1/4 altura campana.
  • Altura extremos del brazo=1/4 altura de la campana.
  • Altura contrapeso= ½ altura campana.
        Junto a las piezas de madera existen numerosas piezas de hierro. Los ejes, acodados, permiten el movimiento de la campana. Para asegurar su estabilidad suelen estar reforzados por unas abrazaderas. En los frentes del brazo suelen aparecer unos herrajes, generalmente en forma de arco, que aseguran la estabilidad de la pieza y la refuerzan. Los tirantes y abarcones sujetan la campanas, estos se anclan en las asas y son atornillados sobre el cabezal, el cual atraviesan. Otro elemento metálico que no suele faltar es la palanca de hierro, recta o curvada hacia o hacia abajo, sirve para balancear la campana sin tocar el bronce.

          La combinación de todos estos elementos dan como resultado un yugo que en movimiento genera un tipo de ritmo muy característico, diferente al de otras formas de elaborar yugos, como el valenciano. Si bien el volteo con yugos valencianos es más cadencioso y solemne, el de los yugos toledanos es más “ligero”, puesto que el eje de rotación se encuentra en la campana y no por encima de ella.

Comparativa 1. A la izquierda yugo toledano, a la derecha valenciano. En rojo el eje de rotación.

           En el caso de este conjunto nos encontramos ante una peculiaridad bastante interesante, las tres campanas están fijas. El yugo más antiguo de los tres es el de la “Gorda”, cuyo contrapeso y cabezal presenta perfil moldurado característico de los siglos XVIII e incluso primera mitad del XIX, en todo caso anterior a la primera industrialización de la fabricación de yugos, y, es por tanto, anterior a la propia campana (fechada en 1888). El brazo en cambio parece posterior, la fecha indicada en su frente interior (1954) hace posiblemente mención a la fecha de su realización. Los yugos restantes, posterior a éste, cuentan también con tres partes, brazo, contrapeso y cabezal. Por sus hechuras, es probable que salieran de la misma mano, y que el año de realización fuera 1988, año en que también remozó el interior de la torre.

Yugo de la campana Gorda


           La peculiaridad de las campanas de Alcabón es que todas se encuentran fijas, con los brazos de los yugos empotrados en los muros. Esta situación, aunque la consideremos tradicional en el pueblo, no es habitual en la Archidiócesis, puesto que en la mayoría de los casos las instalaciones tradicionales contemplaban la posibilidad de poder tocar en movimiento las campanas. Lamentablemente, la rehabilitación del interior de la torre no conservó elementos tradicionales de la instalación que nos podían haber dado alguna pista para comprender mejor esta situación. Sospechamos que no debió ser nunca así, puesto que las campanas tienen desgastados el lado del labio que da al exterior, señal de que el badajo también golpeaba en el otro lado y probablemente en movimiento. Por tanto la posible modificación de los yugos debió tener lugar después de 1888, año de fundición de la campana más moderna del conjunto.


5. Los toques

         Gracias a la gentileza de Miguel Ángel Alba hemos podido documentar los toques tradicionales de Alcabón. 

Miguel Ángel Alba tocando las campanas

        Miguel Ángel actualmente sigue tocando para llamar a Misa los domingos, en fiestas y en otras ocasiones a las que pueda acudir. Aprendió los toques siendo monaguillo en la parroquia. La lista de toques es la siguiente:
  1. Misa: se usa para días feriales. Son tres toques, el primero media hora antes de iniciar la celebración, el segundo quince minutos antes y el último poco antes de empezar. Consiste en una serie de campanadas con la “Gorda” dejando al final un espacio para indicar seguidamente con una, dos o tres campanadas si es primer, segundo o tercer toque.
  2. Repique: es el toque festivo por excelencia. Este se efectúa en fiestas, procesiones, en el Gloria de la Vigilia Pascual y Navidad y en bodas. Consiste en un repique con “la Chica” y “la Gorda”. Este se inicia con un “repiquete” con ambas campanas por separado, continuado de lo que es propiamente el repique. En las misas de domingo, fiestas y bodas el repique precede al primer toque de Misa.
  3. Entierro: este toque “a muerto” se usa para llamar a la Misa funeral y de acompañamiento en el entierro. En el primer caso este se realiza antes del primer toque de Misa, del mismo modo que el repique de domingos y fiestas. El toque consiste en el toque lento de “la Chica” y “la Gorda”, dando un golpe a la primera y dos a la segunda.
  4. Muerte adulto: las conocidas como “las campanadas”. Se dan cuando se tiene noticia de la muerte de una persona del pueblo. Consiste en una serie de campanadas pausadas con “la Gorda”, 32 para indicar que el finado es hombre y 16 si es mujer.
  5. Muerte niño: La Iglesia Católica tradicionalmente ha considerado que los menores de siete años, que no tienen conciencia de pecado, al morir no necesitan purgar pecados por lo cual van directamente al Cielo. Por ello la muerte de niños se indica de forma diferente que la de los adultos. Tradicionalmente en España este matiz se marcaba con el uso de las campanas pequeñas de las torres, de timbre más agudo. En Alcabón se señalizaba mediante el toque pausado del “Campanillo”.
  6. Bautizo: Para avisar del bautizo de un niño se realizaba un repique con el campanillo.
  7. Arrebato: En incendios o cualquier otra calamidad que requería la presencia y ayuda de la gente del pueblo se avisaba haciendo el mayor ruido posible con las campanas. Generalmente este toque se realizaba empleando todas las campanas, de forma rápida, sin un esquema rítmico establecido.
        Esta es la lista de toque tradicionales recogidos en Alcabón. Un elenco de toques similar a los documentados en otros pueblos del antiguo arzobispado Toledano y en comparación con otras parroquias similares como el vecino pueblo de Escalonilla (que ha conservado una veintena larga de toques) resulta bastante simplificado. Por otro lado existe el recuerdo de toques ya olvidados como el del Ángelus.

5. Conservación y propuestas en una eventual restauración

    Para concluir incluimos una serie de recomendaciones para mejorar la conservación de las campanas, una serie de consejos sencillos como medidas preventivas, que pueden llevarse a cabo sin recurrir a ningún técnico o profesional. 
Badajo de la "Chica". Golpea alto ¡¡¡PELIGRO DE ROTURA!!!
  • Badajos: Hemos observado que los badajos de las campanas no golpean convenientemente, “la Gorda” tiene el badajo un tanto descolgado, mientras que el badajo de “la Chica” no se corresponde con la campana, es un poco más corto de lo que le correspondería y por tanto los golpes los realiza por encima de donde debería. Este aspecto es muy importante, porque un badajo que golpea mal puede romper una campana. La bola del badajo debe golpear en la arista del labio de la campana, o un centímetro (como mucho) por encima, pero nunca más arriba. Ese punto concreto es donde debe golpear el badajo porque es donde se concentra el mayor espesor de bronce y donde, al percutir el badajo, se produce el mejor sonido. Por tanto, recomendamos que el badajo de “la Gorda” sea reajustado y subido convenientemente, de forma que la bola del golpee en el punto. En “la Chica” se puede ajustar con una cuerda de forma que quede un poco descolgado para que la bola del badajo golpee en su punto. Esta solución solo se puede hacer en este caso porque la campana está fija, si fuera de movimiento JAMÁS se debería hacer, puesto que un badajo descolgado puede golpear en cualquier sitio y acabar rompiendo el bronce. Otra opción más costosa, pero quizás más segura, es encargar un badajo nuevo adaptado a la medida de la campana.

Badajo de la campana Gorda

  • Cambio de sujeción de “la Chica”: Todas las campanas necesitan un reaprete de las sujeciones. Aparte de este intervención de conservación nada extraordinaria, existe un problema de diseño en la sujeción de la “Chica” que hace peligrar su seguridad: los orificios que atraviesan los abarcones y tirantes de hierro no están alineados, de forma que los tirantes de los extremos tiran hacia afuera de los pasadores que sujetan las asas laterales. Si no se alinean correctamente los tirantes con los abarcones centrales, éstos seguirán tirando hacia afuera y los pasadores laterales se saldrán, quedando la campana sostenida únicamente por los abarcones de las asas centrales, con el consiguiente riesgo de que la campana acabe por desprenderse.
    Detalle del sistema de sujección de la campana "Chica"
  • Protección legal de la campana “Chica”: Como bien refleja la breve ficha técnica de la campana “Chica” fue fundida en el siglo XVI (en 1511 ó 1591), es una campana de las denominadas góticas, por el tipo de escritura, la decoración exterior y la forma de las asas. Es una reliquia sonora de unos quinientos años y con la certeza absoluta de que su sonido es exactamente igual que cuando se fundió, puesto que las campanas son los únicos que conservan su sonido original sin ninguna alteración (a no ser que se rompan). El número de campanas góticas conservadas en España es bastante reducido, por lo cual se debe incoar expediente para proteger legalmente la campana a través de la declaración de BIC y garantizar así su conservación y una correcta restauración.
    Detalle de las inscripciones en letra gótica.

6. Criterio de restauración en una eventual restauración  

      Aunque el estado de conservación del campanario y de las campanas es aceptable, establecemos aquí el criterio que se debe seguir en futuras intervenciones, cuyo objetivo es conservar los valores tradicionales, tanto materiales (las campanas, los yugos y las instalaciones) como inmateriales (los toques).


        En primer lugar, las campanas presentan una suciedad de palomina que en parte posiblemente sea anterior a la colocación de las rejas. Debemos recordar que la palomina tiene numerosos compuestos químicos que producen la corrosión del metal y que, con el paso del tiempo, hacen una pátina que faja la campana y coarta un poco su sonido. Las rejas es cierto que evitan la entrada de palomas, pero su colocación interior no impide que las palomas ensucien las campanas. Existen diferentes estrategias para evitar que sean ensuciadas sin causar un gran impacto visual, como retranquear las campanas hacia el interior y poner redes de poco impacto visual en el exterior de los ventanales. La mejor solución es mantener de modo frecuente la presencia del campanero en los campanarios y evitar toda posibilidad de anidamiento o permanencia más o menos temporal de palomas en la torre. En el caso de quedar restos de palomina (como es este caso) lo mejor es retirarlos y evitar que ésta cause futuros problemas. Si en un futuro se quisieran restaurar las campanas, existe la posibilidad de limpiar con chorro de arena húmero la superficie de las campanas, que suprime el efecto pernicioso de la pátina natural del bronce mezclado con los restos de palomina.

       Si se plantea una posibilidad futura de mecanizar las campanas, ésta debe hacerse teniendo en cuenta que la mecánica no es un sustituto del campanero, sino una herramienta al servicio del campanero. Su colocación debe hacerse de forma que no impida la realización del toque manual. Los martillos se deberán colocar en el lateral exterior (preferiblemente el izquierdo), nunca en el interior y los toques programados deberán tomar como referencia los manuales.

         Existe una tendencia cada vez creciente de poner campanas a volteo de forma indiscriminada, sin tener en cuenta las formas tradicionales, volteando para cualquier toque, en detrimento de los tradicionales. Tradicionalmente, en el territorio del arzobispado de Toledo, el volteo se limitaba a cuatro o tres veces al año, para fiestas muy importantes en la localidad (Domingo de Resurrección, Corpus, fiestas patronales,, titular de la parroquia …) y fuera de estas situaciones todos los toques se realizaban mediante toque de badajo y ocasionalmente balanceando las campanas. Puede existir en un futuro la intención de sustituir los yugos y ponerlas a volteo. En este caso debe tenerse en cuenta la tradición formal de los yugos en el arzobispado descrito en el capítulo tercero y por otro respetar las contadas ocasiones en las que se reservaba tradicionalmente esta forma de toque, para pocas festividades al año. Por eso recomendamos que no se instalen motores de volteo, para obligar de cierta forma el volteo manual y evitar que en un futuro se abuse del volteo y le reste solemnidad. Debemos tener sumo cuidado con algunas empresas que entre sus catálogos venden yugos “toledanos” cuando en realidad no cumplen las características definitorias de esta tipología. Si no tienen ejes y cabeza estrecha no son yugos toledanos. La instalación de un yugo que no cumple estas características puede ser considerada como una destrucción patrimonial, pues este tipo de yugo genera una sonoridad y unos ritmos propios y muy característicos, diferentes a los que tienen ejes rectos y no empotran la campana el brazo.


Comparativa 2. A la izquierda la campana Gorda de Escalonilla con su yugo original y a la derecha con el yugo que se le puso tras la restauración (acometida por Rivera) calificado como “toledano”. Como puede verse no respetó el diseño tradicional, lo cual se considera una destrucción patrimonial.

6. Promoción y difusión del toque manual 

     Es conveniente en poblaciones como Alcabón, donde todavía se conservan los toques manuales, hacer difusión de ellos y que la gente los conozca y se identifique con ellos, como integrante de una comunidad regida por estas campanas, bien a través de muestras de toques o difusión de ellos en artículos en publicaciones locales. Es bueno también orientar actividades divulgativas a niños, sobre los cuales las campanas suelen ejercer una fascinación especial. Seguro que alguno muestra interés por aprender a tocar. Se puede también, si se desea, enriquecer el repertorio de toques adaptándolo a las actividades y necesidades de la parroquia a través de toques de poblaciones cercanas, pues los toques dentro del arzobispado presentan un patrón común muy coherente, sujeto a variaciones locales propias del uso. La simplificación experimentada en los repertorio en el último siglo puede ser suplida con toques de otras poblaciones donde han conservado mayor número

10/11/18

LAS ESTACIONES PENITENCIALES. 1ª PARTE: EL SIGLO XVI Y XVII





Introducción

    Definimos procesión como la acción de una comunidad de fieles que camina desde un lugar santo hacia otro. Las procesiones recuerdan al fiel que el paso por esta vida es el de un peregrino hacia la tierra prometida de la eternidad. También recuerdan que nuestro particular “éxodo” no lo hacemos en solitario, sino en comunidad. En ellas los fieles se sienten hermanados unos con otros; por ello no es casual que la práctica religiosa por excelencia de las hermandades sean las procesiones. Es frecuente que en las procesiones se realicen paradas o estaciones.

   La palabra estación (del latín statio) hace referencia a las paradas que se realizan para rezar una breve oración. Significa también “estar en guardia o en vela”, actitud imprescindible en la vida del cristiano, la cual se enfatiza en la Cuaresma.

    Después del edicto de Milán (313), el cristianismo pasó de la clandestinidad a la oficialidad, y es en este momento cuando debieron aparecer las primeras procesiones. Este tipo de celebraciones no es nuevo, pues ya están presentes en todas las culturas antiguas, en Grecia, Egipto, Roma ... incluso en el judaísmo (recordemos el periplo del Arca de la Alianza desde Moisés hasta que Salomón construyó el templo de Jerusalén).

   En los escritos de la monja gallega Egeria de su viaje a Tierra Santa (381-384) describe las estaciones que se celebraban en Jerusalén en las principales jornadas de Semana Santa. Los fieles recorrían los principales lugares de la Pasión, en los que se realizaban diferentes oraciones.

Santo Sepulcro de Jerusalén.

    No podemos pasar por alto la importancia que tuvo la liturgia estacional de la Cuaresma de la corte pontificia de Roma, señalada por algunos como fundamento de las procesiones de Semana Santa1 . Las celebraciones estacionales de Cuaresma aparecen en Roma en el siglo IV y se consolidan en los siglos siguientes, celebrándose ya con relevancia en los siglos V y VI. Estas celebraciones cuaresmales, celebradas inicialmente los viernes y miércoles (días de ayuno) consistían en la reunión de la asamblea de fieles en una iglesia determinada a la hora nona. Desde allí el Papa en unión con el pueblo, manifestaba de forma solemne la naturaleza penitencial de los días de Cuaresma haciendo una procesión guiada por una cruz en la que se cantaban salmos penitenciales y las letanías. La procesión concluía en una iglesia donde se celebraba una Misa Estacional. Tanta trascendencia tuvo la liturgia estacional que fue incluida en el Misal de San Pío V conservándose su reseña hasta el siglo XX, desapareciendo definitivamente en el Misal de Pablo VI. La trascendencia de la liturgia estacional fue tan importante que es frecuente encontrar en los documentos antiguos la expresión “andar las estaciones” o “estaciones” como sinónimo de procesión.

    Esta práctica estacional, cuyos orígenes acabamos de exponer, desemboca en diferentes prácticas piadosas conmemorativas de la Pasión del Señor, como son las estaciones de penitencia, es decir, las procesiones de Semana Santa, y otras como los Vía Crucis, cuya forma tradicional basada en 14 estaciones se fija en torno al siglo XVIII y se populariza posteriormente. En este artículo vamos a conocer cómo eran las estaciones penitenciales de los siglos XVI y XVII.

1. Primeros itinerarios estacionales en España

     Los primeros itinerarios piadosos conocidos en Europa tratan de emular la experiencia vivida por los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. En su retorno, trataban de levantar itinerarios piadosos con las principales estaciones de la ciudad Santa (el Getsemaní, el Pretorio, el Calvario...). En España el primero conocido fue el levantado en 1421 por el Beato Álvaro de Córdoba O.P. (Zamora, 1360-Córdoba, 1430) en el cenobio de Scala Coeli, situado a diez kilómetros de Córdoba Basándose en la semejanza orográfica de la sierra con la de Jerusalén, construyó una especie de Sacromonte en el que se recreaba el entorno natural de los principales espacios donde acaeció la Pasión (el Huerto de los Olivos, el valle del Cedrón, el Calvario...). Más conocido, y en estrecha relación con las cofradías de Semana Santa, es el Vía Crucis instituido en Sevilla por Fabrique Enríquez de Ribera, I Marqués de Tarifa en 1521 tras un viaje a Tierra Santa. El itinerario parte de su palacio (popularmente conocido como “Casa de Pilatos”) y recorre los 1321 pasos que distan del pretorio al Calvario, representado en un antiguo Humilladero extramuros pegado al camino de Carmona, junto al acueducto romano que suministraba de agua a la ciudad. Esta sencilla construcción fue levantada en 1482 y parece ser que vino a sustituir una antigua cruz de madera erigida por la Hermandad de los negros. La cruz se convirtió en epicentro penitencial de la Cuaresma sevillana. A ella acudían devotos y disciplinantes de forma más o menos organizada, y frailes de todas las órdenes que con sermones encendían la devoción de los fieles allí congregados. Estas piadosas estaciones fueron el germen de las Cofradías de disciplina que a partir del siglo XVI empezaron a celebrar estaciones penitenciales los principales días de la Semana Santa. Nacen así las primeras procesiones penitenciales de Semana Santa.

Beato Álvaro de Córdoba
Disciplinantes y penitentes en el entorno de la Cruz del Campo. Ánonimo sevillano, siglo XVII. 
La cofradía del Polígono de San Pablo haciendo Estación en la Cruz del Campo en el año 2006. Foto: Julio Domínguez Arjona/http://www.galeon.com/juliodominguez/


2. El “Monumento” de Semana Santa y la liturgia estacional

     La liturgia estacional de Semana Santa está determinada en origen por el culto eucarístico del Monumento donde se guarda la reserva eucarística después de la Misa in cena domini del Jueves Santo. Desde el paleocristiano, el Viernes no se celebra Misa, pues los oficios se centran en la Cruz del Señor, de forma que esta jornada se comulga con la reserva de la Misa del Jueves. A partir del siglo X, la progresiva piedad eucarística hizo que la reserva Eucarística empezara a cobrar una mayor solemnidad. Algunos liturgistas medievales vieron en la reserva Eucarística la deposición de Cristo en el sepulcro; es entonces cuando aparecen los primeros “Monumentos” (cuyo significado etimológico es “sepulcro”) y la costumbre de visitarlos mientras la reserva permanecía en ellos: desde la tarde del Jueves Santo hasta los Oficios del Viernes. Esta piadosa costumbre fue beneficiada con numerosas indulgencias y popularizándose la visita de fieles, algunos de ellos disciplinándose, que de iglesia en iglesia realizaban un itinerario urbano por las principales templos de las localidades. Estos fieles fueron poco a poco organizándose en Cofradías, dando así inicio a las primeras cofradías de Semana Santa.

Monumento de Semana Santa de Chañe (Segovia). Foto: http://historico.radiosegovia.com


3. Las primeras cofradías

     En la segunda mitad del siglo XV aparecen las primeras cofradías penitenciales de Semana Santa, que suelen estar constituidas bajo la Vera Cruz o de la Preciosísima Sangre (las primeras más propias de la antigua Corona de Castilla, las segundas de la antigua Corona de Aragón), o bien bajo otra advocación de Pasión. Estaban compuestas por dos colectivos humanos, los “hermanos de sangre” y los “hermanos de luz”, los primeros se fustigaban la espalda con flagelos y los segundos portaban una vela o un hacha. Todos los Cofrades aseguraban su anonimato bajo una túnica con capirote de lino blanco, aunque en ocasiones los de luz vestían con similar hábito pero de negro. Estas cofradías penitenciales fueron las primeras en realizar procesiones penitenciales en Semana Santa, llamadas también “procesiones de sangre”.

Fresco medieval con disciplinantes. Foto: http://lastunicas.blogspot.com.es/


    Los grandes propagadores de la práctica de la disciplina fueron los frailes franciscanos y los dominicos. San Vicente Ferrer O.P. (Valencia, 1350-Vannes, 1419) fue uno de los grandes impulsores de las cofradías de disciplinantes en los territorios castellano y aragonés. Por otro lado, los franciscanos, guardianes de los Santos Lugares, propagaron con especial ahínco la devoción a la Pasión de Cristo a través de las reliquias de la verdadera Cruz (la Vera Cruz), abrigando en su seno la fundación de las primeras cofradías de la Vera Cruz2. Al culto a la Cruz se le suma la devoción a las Cinco Llagas, iniciada por San Francisco de Asís después de haber recibido, en un éxtasis místico, estos estigmas en su cuerpo. Fueron los franciscanos los grandes propagadores de esta devoción que arraigó con gran fuerza en las primitivas cofradías de la Vera Cruz, siendo empleado con frecuencia el emblema de las cinco llagas como escudo de estas corporaciones (junto a la Cruz verde en el Calvario). Además, en muchas ordenanzas, se especifica que cada hermano debía llevar el escudo de las Cinco Llagas en el pecho del hábito penitencial. Como veremos más adelante, esta devoción también fijó el número de estaciones, cinco, que debía realizar cada hermandad la noche del Jueves Santo.

Disciplinantes de la Vera Cruz de Puente Genil (Córdoba). Anónimo siglo XVI. http://perfilesmontillanos.blogspot.com.es/


     La finalidad de estos piadosos recorridos procesionales era el ejercicio de la penitencia por medio de la disciplina física en una larga procesión en la que se realizaban diferentes estaciones. En la documentación aparece la expresión “andar las estaciones”, es decir, hacer estaciones en diferentes iglesias y allí hacer una visita ante el Santísimo en el Monumento. Las reglas fundacionales de la Purísima Sangre de Gerona (redactadas en 1568 y aprobadas el año siguiente por Felipe II) dejan bien claro que su finalidad es aglutinar a aquellas personas devotas que en Jueves Santo se disciplinan y visitan los Monumentos de las diferentes iglesias de la ciudad3.

Procesión de disciplinantes.
     En muchas ordenanzas del siglo XVI se especifica que el horario de salida debía ser la noche del Jueves Santo y que el cortejo debía recogerse pasada ya la media noche, para poder así obtener las Indulgencias. Aunque no se mencione el origen de estas indulgencias, debe tratarse de aquellas concedidas por Pablo III en el “Vivae vocis oraculo” en 1536 a petición de la Vera Cruz de Toledo gracias a la mediación del Cardenal don Francisco de Quiñones. Este documento sirvió de sostén espiritual a la hermandad, gracias a la posibilidad de obtener las mismas Indulgencias que si visitaran Roma en Viernes Santo para aquellos hermanos de la Santa Cruz que, en estado de gracia y habiendo comulgado, participaran en una procesión del Viernes Santo portando velas o disciplinándose. Este documento, en principio dirigido a los cofrades toledanos, se expandió rápidamente por todo el territorio castellano y fue asimilado por otras cofradías de disciplina similares.

     El esquema procesional era bastante uniforme y apenas se aprecian diferencias de organización interna ni formal entre una Cofradía de Toledo y una de Andalucía. Un requisito indispensable para poder participar en la estación penitencial era la confesión y la comunión (condición indispensable para poder obtener la indulgencias del vivae vocis oraculo). Los hermanos se congregaban ya vestidos en un lugar determinado, que bien podía ser un hospital, capilla o ermita de su propiedad. Desde este lugar se organizaba la procesión y los hermanos de sangre empezaban a flagelarse. En pequeñas poblaciones la comitiva se dirigía a la iglesia, donde recogía los pasos y al clero parroquial. Allí la comitiva hacía la primera de las estaciones ante el Monumento antes de salir a la calle. Una vez en la calle el cortejo dirigía sus pasos en busca de diferentes iglesias donde hacer las correspondientes visitas ante el Santísimo, que en ocasiones ya estaban fijados en sus reglas. Las estaciones solían consistir en una sencilla humillación de cada hermano ante el Monumento, de forma que no se interrumpiera el tránsito de la comitiva por el interior del templo. Una vez realizadas las Estaciones, la comitiva terminaba en la iglesia de salida, se dejaban los pasos y seguidamente se curaban las heridas de los “hermanos de sangre”, con bálsamos preparados por la propia cofradía.

     El itinerario de estas estaciones era generalmente largo y fatigoso, no exento de subidas y bajadas, que en muchas ocasiones, especialmente en pequeñas poblaciones, transitaba fuera del casco urbano. La Cofradía de la Soledad de Huete (Cuenca) realizaba una procesión el Viernes Santo a una legua4 o dos fuera de la ciudad5.

Fresco de un disciplinante y un nazareno (con cruz al hombro y soga al cuello). Ermita de Nuestra Señora del Otero de Vizbayo (Ponferrada, León). Foto: LORENZO ARRIBAS, José Miguel/https://cvc.cervantes.es


     El número de estaciones solía estar fijado en las reglas. Un húmero muy habitual de estaciones era el de cinco, en memoria de las cinco llagas, cuyo emblema llevaba cada hermano sobre el pecho de la túnica. La Vera Cruz de Sevilla fijaba en sus ordenanzas de 1538 la realización de cinco estaciones: al salir de su capilla (radicada en el convento de San Francisco) realizaba estación en la iglesia del convento de San Francisco, la Catedral, el Salvador, la Magdalena y la iglesia del Convento dominico de San Pablo6. Las reglas fijaban además que debía salir a las diez de la noche y no volver hasta pasadas las doce para poder ganar así las gracias concedidas para aquella noche7. En las reglas de 1578 de la Cofradía de la Santa Cruz en Jerusalén (El Silencio), se establece en sus primeros capítulos la realización de la Estación de Penitencia, que salía en torno a la hora sexta y visitaba cinco sagrarios de iglesias cercanas a su sede8. La pervivencia de estas cinco estaciones superó incluso las disposiciones del Cardenal Niño de Guevara de 1604, en las que obligaba a todas las cofradías a realizar una única estación en la catedral: en las reglas aprobadas en 1783 se prescribe todavía la realización de cinco estaciones, cuatro ante el Monumento catedralicio (transitando por las cuatro caras del mismo) y una quinta en el Monumento de la iglesia del Convento de San Antón Abad9, templo desde el que salía y se recogía la cofradía.

Antiguo Monumento de la Catedral de Sevilla, diseñado en 1545 por Antonio Florentín. Foto: https://www.patrimoniodesevilla.es


Cofradía del Silencio (Sevilla) haciendo Estación ante el antiguo Monumento de la Catedral. Foto: http://www.elpasadodesevilla.com/


     En Málaga los estatutos de la Cofradía de la Sangre (1507) ordenaban que se hiciera procesión “como ha sido uso y costumbre hasta aquí” saliendo de la desaparecida iglesia del convento de la Merced (que por aquel entonces se encontraba extramuros). Desde allí “andaban las estaciones” en remembranza de la Pasión de Cristo visitando cinco templos de la ciudad: el Monasterio de la Victoria, la parroquia de Santiago, la Catedral, la parroquia de San Juan y la de los Santos Mártires. Desde esta última volvían al convento de la Merced10.

     Aunque estaba muy asentada la costumbre de realizar cinco estaciones su número podía variar. Algunas corporaciones elevaban el número de estaciones a siete11. Sirvan de ejemplo las Reglas de 1558 de la sevillana Hermandad de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo (actualmente conocida como Hermandad de la Trinidad)12 y las de la Vera Cruz de la Peraleja (Cuenca), fechadas en 156613. La Hermandad de las Angustias de Granada fijaba en sus reglas la realización de nueve estaciones la tarde del Jueves Santo (la Magdalena, la Trinidad, la Catedral, San Gil, el convento de San Francisco “Casa Crande”, Santa Escolástica, Santa Cruz la Real, San Matías y su propio templo)14.

    En el caso de poblaciones pequeñas con una parroquia, las estaciones se celebraban en el Monumento de la parroquia antes de salir del templo y después de entrar, mientras que el resto se realizaban en cruces, calvarios o ermitas del extrarradio. Sirva de ejemplo la Vera Cruz de Sigüenza (Guadalajara), cuyas ordenanzas fechadas en 1562 fijaban detalladamente el desarrollo de la estación penitencial y las visitas que debían realizar a Monumentos y ermitas. El cortejo iniciaba su recorrido en la parroquia de San Pedro de la Catedral, pasaba por el claustro y de aquí a la Catedral, donde se hacía la primera estación ante el Monumento. Una vez fuera del recinto catedralicio la comitiva bajaba a la iglesia de Santa María de los Huertos, extramuros de la ciudad, donde los hermanos entraban y hacían una humillación ante el Monumento. Desde aquí discurría la comitiva a la ermita de San Lázaro donde se verificaba la tercera estación, para dirigir sus pasos al recinto de la ciudad hacia la parte alta, haciendo estación ante el Monumento en la parroquia de Santiago. La comitiva después se encaminaba hacia la Plaza Mayor y entraba en la Catedral, donde volvía a hacer estación ante el Monumento. Finalmente la comitiva se adentraba en el claustro y de aquí a la parroquia de San Pedro donde concluía el acto15.

Procesión del Viernes Santo de Bercianos de Aliste (Zamora). SANZ LOBATO, Antonio/http://www.diputaciondezamora.es
     Un caso bastante interesante acerca del número de estaciones en función de las posibilidades de las diferentes localidades lo encontramos en las cofradías nazarenas que bajo la advocación de la Santa Cruz de Jerusalén se fundaron en el siglo XVII a imitación de la cofradía homónima de Sevilla, hoy conocida popularmente como “El Silencio”. La fama y prestigio que alcanzó la corporación hispalense desde principios del siglo XVII propició la fundación de cofradías nazarenas que tomaban como modelo las reglas de 1578 que antes citamos, pero modificando ciertos capítulos para adecuarlos al ámbito en que se desenvolvía la cofradía. Una de estas modificaciones afecta a la forma en que debían desarrollarse las Estaciones de Penitencia. Sirva de ejemplo la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de las Cabezas de San Juan (Sevilla), cuyas reglas más antiguas fueron aprobadas en 1669. El capítulo XIII, dedicado a la Estación de Penitencia, especifica que ante la falta de “sagrarios” en los que hacer estación, la cofradía saldría de la ermita de San Roque, haría estación ante el Monumento de la parroquia de San Juan, se encaminaría después a la ermita de la Vera Cruz, para volver a su ermita donde debía recogerse una hora después de la salida del sol16.

4. Arquitectura estacional: calvarios, cruces, ermitas y humilladeros

     La relevancia de las estaciones penitenciales propició la construcción de hitos estacionales por parte de las propias cofradías. La tipología es rica y variada, desde sencillas cruces de hierro forjado adosadas en fachadas, (como las que construyó la Vera Cruz de Olivares17 -Sevilla- para efectuar las cinco estaciones), hasta calvarios a las afueras de las poblaciones, cruces, capillas urbanas, ermitas o humilladeros18 apartados de la población con mayor o menor complejidad arquitectónica y decorativa. En ocasiones se recurría también a los altares efímeros19. También se dieron con mucha profusión los vía crucis, asociados a veces a las construcciones antes mencionadas.

     Por ejemplo, la Vera Cruz de Yebes (Guadalajara) hacía estación la noche del Jueves Santo en la cruz de las eras (debe tratarse del lugar donde se levantaba la ermita de San Sebastián), en el Calvario y a la ermita de la Soledad, para encaminar sus pasos al punto de partida, la iglesia parroquial20. La ermita de la Soledad, de la cual era propietaria, existía ya en 156121, mientras que el calvario fue levantado por la propia cofradía en 166122 al lado de la ermita.

Ermita de la Soledad de Yebes (Guadalajara)

     Dentro de la tipología de capilla estacional destacan por su calidad y singularidad las tres levantadas por la cofradía del Socorro de Antequera que marcaban las estaciones de su anual desfile la mañana del Viernes Santo. Presentan la peculiaridad de ser abiertas y en tribuna, sirviendo de anual púlpito al predicador ante la multitud. Son interesantes construcciones de estilo barroco antequerano, siendo la más interesante y conocida de las tres la de la plazuela del Portichuelo (1775).

Capilla de la Plaza del Portichuelo, Antequera (Málaga)

      En la zona de Castilla destacan por su abundancia las ermitas bajo una advocación de Pasión, como la Vera Cruz, la Soledad, las Angustias o el Santo Cristo. Es común llamarlos humilladeros, pues ante ellos los caminantes y cofrades hacían una pequeña humillación o parada. Por lo general se levantan a las afueras de las localidades, junto a un camino. A la finalidad estacional de estas pequeñas y recoletas construcciones en ocasiones se suma la de albergar los pasos e insignias de las cofradías penitenciales, que días antes de Semana Santa son trasladados a la Iglesia. La Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid levantó a sus expensas un humilladero extramuros en 1498, conocido como “de la Cruz”, o también “de la Puerta del Campo” por ubicarse cerca de ella. Como señala Martín de la Uña23, fue el primer templo propio de la penitencial, levantado un siglo antes que la iglesia penitencial, donde hacía una de las estaciones la cofradía en su anual procesión de penitencia la tarde del Jueves de la Cena24. La Cofradía de la Pasión de la misma ciudad tenía también otro Humilladero, al otro lado del Pisuerga.

El desaparecido Humilladero de la Vera Cruz de Valladolid en el plano de Diego Pérez (1787). Foto: https://www.valladolidweb.es/valladolid/loqueyanoesta/

     La finalidad estacional de estas pequeñas construcciones definió una tipología frecuente en algunas zonas de Castilla, que podemos denominar “ermita estacional”, cuya principal característica son las puertas geminadas o la doble puerta (una en el frente y otra en un lateral) para gestionar la entrada y la salida de la comitiva. Esta tipología quedó tan íntimamente ligada a la construcción de ermitas, que incluso se mantuvo en iglesias parroquiales cuyo origen se remonta a una ermita. Las fachadas de las parroquias de la Magdalena y el Salvador de Valladolid mantuvieron las características puertas geminadas (ambas construidas en el siglo XVI)25, posiblemente en recuerdo de su primitivo origen. En la misma ciudad, la asociación de esta tipología con los templos de cofradías penitenciales es todavía evidente en la fachada de la antigua iglesia penitencial de la Cofradía de la Sagrada Pasión (hoy sala Municipal de Exposiciones) levantada en el último tercio del siglo XVII.

Iglesia de la Magdalena, Valladolid.
Iglesia del Salvador, Valladolid
Fachada de la antigua iglesia de la Pasión, Valladolid.


      La asociación de ermita y Calvario en un entorno próximo se da con frecuencia en muchas poblaciones castellanas. De hecho, en algunas ocasiones el Calvario se encuentra en el atrio de la ermita, frente a la fachada principal, como puede verse en la ermita del Humilladero de Medinaceli (Soria) o en Villalba de los Alcores (Valladolid). Son también habituales la existencia de vía Crucis, señalizando las catorce estaciones con cruces de piedra, siendo la ermita inicio o final del itinerario. Un elemento que pasa desapercibido y que está en relación con su uso estacional, son los anditos perimetrales que rodean el edificio. Parece ser que era práctica habitual en las estaciones penitenciales en el ámbito rural castellano rodear la ermita al hacer estación en ella. Esta costumbre se mantiene todavía viva en algunos pueblos de Guadalajara, pero debió ser norma común, ya que la gran mayoría de ermitas penitenciales se encuentran a las afueras, en llano y sin ninguna construcción adosada (aunque en siglos posteriores se hayan añadido). En el mejor de los casos se conserva un perímetro empedrado de 1,5-2 metros de anchura.

Humilladero de Medinaceli (Soria)
Humilladero de Villalba de los Alcores (Valladolid)


5. Conclusión

     Entre los siglos XVI y XVII se gestan dos formas de itinerarios estacionales pasionistas que tienen un origen común: por un lado las vías sacras o vía crucis, que imitan la vía dolorosa que realizó el Señor desde el Pretorio hasta el Calvario cargando con la cruz, y que desembocan en vía crucis o sacromontes (como las famosas Vías Sacras de Granada, la Cruz del Campo en Sevilla, o muchos otros vía crucis existentes a las afueras de numerosas poblaciones españolas) y que con el devenir de los siglos se concreta en la práctica del rezo del Vía Crucis con sus 14 estaciones. Éstas se podían celebrar en cualquier momento del año, aunque solían tener mayor importancia los Viernes, especialmente de Cuaresma y el Viernes Santo, de participación libre, con una mayor o menor organización (había incluso hermandades). Por otro lado las Estaciones de Penitencia, que son las expuestas en este trabajo, que son las procesiones de Semana Santa, que solo se celebran durante esta semana, originalmente el Jueves, posteriormente con el aumento de cofradías el Viernes, la madrugada del Viernes hasta irse ampliando poco a poco al resto de días de Semana Santa, desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo.

    La motivación de las primitivas estaciones de penitencia era la imitación de los dolores de Cristo en su Pasión en remisión de los pecados a través de la mortificación física de la disciplina y el itinerario procesional. Eran actos penitenciales muy duros, con largos recorridos, con subidas y bajadas, que en ocasiones podían ser de varios kilómetros y transitar por caminos fuera del casco urbano. Si a ello añadimos otros factores como el mal estado de los caminos, la nocturnidad y la dureza del clima, nos encontramos ante un cuadro extremadamente sombrío que incitaba al recogimiento y al temor.

    Desde su origen, estas comitivas eran presididas por un Santo Cristo de pequeñas dimensiones portado a mano. Con el paso del tiempo, estas imágenes empezaron a adquirir mayor tamaño y protagonismo. En el siglo XVI aparecen Crucifijos de tamaño natural realizados en “papelón” que aligeraban sustancialmente su peso y facilitaban su transporte. En la primera mitad del siglo XVI aparecen los primeros pasos procesionales llevados a hombros, compuestos por una imagen o por escenas que servían como “composición de lugar” al hermano de luz y de sangre que participaba en la procesión y al fiel que contemplaba la comitiva. Hasta el Concilio de Trento éstos presentan un papel secundario frente a la práctica de la disciplina.

     En las últimas décadas del siglo XVI empieza ponerse en práctica un nuevo concepto de procesión penitencial que dará lugar a lo que ha venido a llamarse “cofradía barroca”, convirtiéndose el piadoso ejercicio penitencial en una suerte de cortejo fúnebre en el que a través de los pasos se representan las diferentes escenas de la Pasión. Aunque la disciplina se mantuvo hasta el siglo XVIII, ésta perdió importancia en favor de los pasos.


A.R.S.




1 - CAMPA CARMONA, Ramón de: “Las Estaciones Penitenciales, expresión religiosa de la Semana Santa”, en Boletín de las Cofradías de Sevilla, 506 (2001), pp. 140-142. CAMPA CARMONA, Ramón de: “Las Estaciones de Penitencia en la Cuaresma romana”, en Cabildo. Semana Santa en Murcia (2015), pp. 79-84.
2- MESEGUER FERNÁNDEZ, Juan: “Las Cofradías de la Vera Cruz. Documentos y notas para su historia”, Archivo Iberoamericano. Estudios históricos sobre la Orden franciscana en España y sus misiones, 109-110 (1968), pp. 199-213.
3- Las ordenanzas dicen: “y en dita ciutat hia moltas personas devotas, que quiscum any en lo dia del Dijous Sant y en remissiò de sos pecats y en conmemoraciò de la Passió y Sanch Sacratíssima de JesuChrist, se disciplina cercant los moniments, lo nombre y devoció dels quals se te per cert anirá creixent y aumentant, si en la Iglesia y Monastir del Cárme, confore está en Barcelona en San Francesch, está instituida y fundada, y perpetuada la dita Santa Confraría de la Sanch e Jesu-Christ”. Cfr. GIRBAL, Enrique Claudio: “Noticias sobre los antiguos gremios y Cofradías de Gerona”, Revista de Gerona, vol. XI (1887), p. 4.
4- Una legua viene a ser la distancia recorrida a pie durante una hora, aproximadamente unos 5,5 kilómetros.
5- En un escrito de protesta de los propietarios de la capilla de Fray Ambrosio Montesino del Monasterio de San Francisco de Huete contra el Cabildo de Nuestra Señora de la Concepción y de la Soledad fechado el 26 de julio de 1574 se dice que “cada Biernes, el dicho cabildo saca las dichas ymáxenes y las llevan en procesión a los lugares de fuera de la dicha çibdad, a una legua y a dos, de donde podría venir grandísimo peligro”. Archivo Diocesano de Cuenca, Procedimiento y diligençias fechas a padimiento del mayordomo del cabildo de Nuestra Señora de la Conçeçión y Soledad de la çibdad de Huepte sobre la proçesión del Viernes Santo y llevar insinias en ella. Curia Episcopal, Leg. 749, nº 352, s.f., publicado en IBÁÑEZ MARTÍNEZ, Pedro Miguel: Orígenes de la Semana Santa de Cuenca (Siglos XVI-XVII), Cuenca, 2007.
6- SÁNCHEZ HERRERO, José; RODA PEÑA, José: “Muy Antigua, Siempre Ilustre, Venerable, Pontificia, Real, Fervorosa, Humilde y Seráfica Hermandad y Archicofradía de Nazarenos de la Santísima Vera Cruz, Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Tristezas de María Santísima”, Crucificados de Sevilla (Tomo I), Sevilla, 2002, p. 169
7- Posiblemente las reglas se referían a las indulgencias concedidas en el “ Vivae vocis oraculo” de 1536 de Pablo III, en el cual concedía a aquellos cofrades de la Santa Cruz que, habiendo confesados y comulgado, hicieran estación de penitencia el Viernes Santo, obtendrían las mismas indulgencias que si personalmente hubieran visitado Roma en la citada jornada.
8- GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Francisco: “Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, Archicofradía, Pontificia y Real de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz en Jerusalén y María Santísima de la Concepción”, Nazarenos de Sevilla (Tomo I), Sevilla, 1997, p. 244.
9 - Ibídem. p. 277.
10- MATEO AVILÉS, Elías de: “III. Las procesiones y cultos en los siglos XVI y XVII”, Semana Santa en Málaga. La Semana Santa Malagueña a Través de su Historia, Málaga, 1987, p. 47.
11- Este número esta cargado de simbolismo, pues siete son los Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, las Palabras de Cristo en la Cruz. Puede que su número esté en relación a la tradición de visitar siete monumentos en noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo que, parece ser, fue introducida en Roma por San Felipe Neri en el siglo XVI. Esta costumbre, que tenía como finalidad la unión del fiel a la Pasión del Señor, fue secundada por el papado, organizándose visitas en los Monumentos de las cuatro Basílicas Mayores (San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, San Pedro y San Pablo Extramuros) y las iglesias de San Sebastián, Santa Cruz y San Lorenzo extramuros. Esta costumbre se extendió rápidamente por todo el orbe católico. El porqué del número de visitas alude a los siete recorridos que realizó el Jesucristo en su Pasión: 1/ Desde el cenáculos al Getesemaní; 2/ del Getsemaní a la casa de Anás; 3/ de la casa de Anás al tribunal de Caifás; 4/ del tribunal de Caifás al pretorio, ante Pilatos; 5/ del pretorio al palacio de Herodes; 6/ del palacio de Herodes al pretorio; 7/ del pretorio al monte Calvario. Esta tradición ha pervivido hasta nuestros días, beneficiada con numerosas indulgencias.
12- BERMEJO Y CARBALLO, José, Glorias religiosas de Sevilla, Sevilla, 1882, p. 75.
13- “Y a la hora que el cabildo hordenare, salda la proçesión por manera que se goçe del Biernes Santo para ganar las yndulgençias; y baya cada uno con un çirio ençendido en la mano a las siete estaçiones que fueren señaladas por el cabildo, y buelban a la dicha yglesia”. La Peraleja (Cuenca), 7 de abril de 1566. Ordenanzas del Cabildo de la Vera Cruz, publicadas en IBÁÑEZ MARTÍNEZ, Pedro Miguel: Orígenes de la Semana Santa de Cuenca (siglos XVI-XVIII), Cuenca, 2007, p. 203
14 - PADIAL BAILÓN, Antonio: “Real Hermandad de las Angustias y Transfixión de Nuestra Señora y Santa Úrsula y Susana”, La Granada eterna, 21 de febrero de 2015, en web http://apaibailon.blogspot.com/2015/02/real-hermandad-de-las-angustias-y.html (última consulta 01/10/2018)
15- Cfr. ORTEGO GIL, Pedro: Historia de la Cofradía de la Vera Cruz de Sigüenza. Guadalajara, 2009, p. 179-180.
16- MAYO RODRÍGUEZ, Julio: “Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de las Angustias y San Juan Evangelista. Las Cabezas de San Juan”, Nazarenos de Sevilla (Tomo II), Sevilla, 1997, p. 87.
17- RODRÍGUEZ BABÍO, Amparo: “ Antigua y Primitiva Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Santa Vera Cruz Preciosa Sangre de Cristo de Jesucristo, Nuestro Padre Jesús atado a la Columna, Santísimo Cristo de la Salud y Nuestra Señor de la Antigua”, en Crucificados de Sevilla (Tomo IV), Sevilla, 2002, p. 136
18 - Este tipo de construcciones ha sido considerada por algunos estudiosos como “previacrucis”. C. Gil, en su ensayo España, ¿cuna del víacrucis?, señala este tipo de construcciones como el antecedente del vía crucis canónico de 14 estaciones que se divulgó por el orbe Católico a partir del siglo XVIII.
19 - FERNÁNDEZ SERRANO, Tomás: “Transcripción de la autorización por la que se crea en la villa de Tendilla la Cofradía de la Vera Cruz”, en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, 2 (1987), pp. 69-86.
20- GARCÍA LÓPEZ, Aurelio: Yebes. De los orígenes a la modernidad, Guadalajara, 2012, p. 160.
21- Ibídem, p. 206.
22- Ibídem, p. 160.
23- MARTÍN DE LA UÑA, J.: “El primer templo penitencial”, El Norte de Castilla, 7 de mayo de 2001, Valladolid. Citado en SÁNCHEZ RIVERA, José Ignacio; GONZÁLEZ FRAILE: Humilladeros de la provincia de Valladolid, Valladolid, 2003, p. 482.
24- SÁNCHEZ RIVERA, José Ignacio; GONZÁLEZ FRAILE: Humilladeros … Op. Cit., p. 483.
25- Ibídem, p. 11.